¡Oh, bueno!
Diego Torres nombrado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por su "aporte a la cultura". No hay mucho más que agregar a eso...
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Diego Torres nombrado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por su "aporte a la cultura". No hay mucho más que agregar a eso...
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Recién, en Truchimundo, encontré una batea entera -¡entera!- dedicada a vender el DVD de Gran Hermano 2007 ("Es la jibarización del cerebro y del pensamiento humano", lo definió José Nun). Por 9.99$ te podías llevar "imágenes de la casa" y "el video de Osito". Quién puede tener el cerebro tan diluido en mierda como para gastarse diez mangos en eso, es un enigma metafísico digno de estudio para un concilio de filósofos, psicólogos y científicos varios. Claro, el hecho de que sea el programa más visto de la televisión nacional, dice mucho del estado mental/cultural/espiritual promedio. Me supera por completo.
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Sí, ya sé, el título no derrocha objetividad, pero me gustó el cantito. Vamos al clásico.
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Se suele decir que el clásico es un partido aparte, donde los momentos de los equipos no cuentan, y es bastante cierto. Diría más: el clásico suele ganarlo aquel que viene de punto. Eso tiene una lógica futbolera inexorable, que la entiende cualquiera que haya jugado alguna vez a la pelotita. El que viene en la mala se aferra a ese único partido como tabla de salvación, sabe que rompiéndola ahí salva la ropa y, por añadidura, cuenta con la ausencia de presión porque de última, si pierde, era previsible. Claro, antes de que los hinchas plumíferos se empiecen a restregar las manos me es indispensable hacer una salvedad para esta regla. La misma no suele correr cuando se enfrentan un equipo que viene en caída libre, derrumbándose anímica y futbolísitcamente, sin ningún tipo de argumento futbolero para intentar torcer el rumbo; contra uno que viene en franco ascenso, con un funcionamiento aceitado y el ánimo por las nubes. En esos casos, el segundo le pasa el trapo al primero sin más. Me basta recordar el 2-0 a favor de River en tiempos de Brindisi, o el 3-0 gallináceo en tiempos de Menotti. Boca venía para atrás y no jugaba a nada, River venía puntero y jugando a todo. Y nos pasaron por arriba sin concesiones. Por el lado xeneize vale recordar el paseo en la Heladera al que el 2-0 (y la bicicleta de Iarley) le quedaron cortos, o la tricota en la Bombonera en tiempos del Virrey, el día del Topo Gigio.
Labels: Divagaciones futboleras
Digamos que la cosa parecía haber empezado bien cuando leí -en la entrada, en el sitio, en el diario- que el recital empezaba a las 18 horas. "Bueno", me dije, "esto va a ser al estilo europeo o yanqui: empezarán a las 19, tocarán un par de horas, y a las 22 estoy de vuelta en casa". Claro, eso me pasa por empeñarme en olvidar que vivo en la Argentina. Porque no bien estuve en la cola, alrededor de las 17.30, empecé a percatarme de que la realidad es siempre la realidad, y que había algo seguro: a las 18 no iba a haber ningún recital. Después de que abrieran las puertas a las 18.30 y de estar adentro casi una hora después, la cosa se hizo más patente aún cuando observé con desazón que el tiempo pasaba, AC/DC seguía de fondo, los instrumentos seguían cubiertos con lonas de plástico y Placebo no tenía pensado aparecer. Así se hicieron las 21 horas y nada de nada. Perdón, sí hubo algo. Los plomos destaparon algunos de los equipos, incluida una batería que lucía la inscripción Bonsur. ¡O sea que no solo no van a empezar a las 18, ni siquiera a las 21, sino que además va a haber grupo soporte! ¡Oh, the humanity, THE HUMANITY!, como alguna vez exclamó Newman. Y hablando de humanities, el público de Placebo fue de lo más heterogéneo que he visto en la vida. Siendo la primera vez en mi vida que terminé yendo solo a un recital, y considerando todo el impensado tiempo que tuve para hacerlo, mi actividad favorita consistió en analizar al público concurrente. Demás está decir que en su enorme mayoría, como es de esperar, se trataba de un público de clase media acomodada, para arriba. También una abrumadora cantidad de mujeres, lo cual fue muy satisfactorio porque me permitió ver el recital desde la tercera fila sin sufrir aplastamientos ni empujones de ningún tipo. La variedad femenina iba desde niñitas que no debían tener más de 12 años, a muchachas cuyo aspecto no revelaba mucha estirpe rockera que digamos, a exponentes de esa grey marilinsonesca/evanescente que vino a reemplazar a las chicas Cure/Siouxie/Bauhaus de mi adolescencia. Detalle llamativo que me hubiera arruinado la existencia en caso de ser un muchachito joven y soltero a la caza de féminas: todas -pero todas- las chicas más lindas fuman. Una pena. El plano masculino era un poco más previsible: muchachitos con remeras de Placebo (obvio), Nirvana, The Cure, Manson, Nince Inch Nails, Bowie o Pearl Jam, todos los cuales revelan desde las influencias de Placebo hasta hacia a dónde han derivado los gustos de aquellos que alguna vez fueron cultores del grunge. Y, por supuesto, estaban los chicos andróginos, que pasaban por diversos estadios. A saber: alguno era realmente hermoso y sabía llevar su androginia con estilo, alla Bowie circa The man who sold the world; otro era más del palo Manson, menos glamoro y más oscuro, pero también se defendía; y después estaban los fiascos, que eran de dos tipos: los muchachos que no se dan cuenta que no alcanza con la ropa, el peinado, el rimmel o quebrar la muñeca con la que se sostiene el cigarrillo, es indispensable una sensibilidad femenina, un estilo que surge naturalmente y que hace a la androginia; por otro lado están los chicos -lo que voy a decir no es políticamente correcto, pero es real- de extracción más humilde a los que simplemnte hay cosas que "no les quedan", como el planchado de pelo cuando este es tan grueso que termina pareciendo un casco, o la actitud andrógina cuando tu rostro se parece al de un barra de Chacarita. No queda bien chicos, lo siento.
Labels: Rock
Cabotaje: dícese de los vuelos internos de una aerolínea, aquellos que jamás cruzan las fronteras. También aplicable a aquellos equipos que se vanaglorian de una grandeza que son incapaces de demostrar fuera del ámbito local.
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