Thursday, March 26, 2009

The Radiohead Experience


No iba a ir. No pienso pagar 300 mangos para ver a nadie -salvo que alguien resucite a Morrison, Hendrix o Lennon- y además a Radiohead ya lo había visto. No solo eso, en las condiciones en que los había visto -en primera fila, dentro de una carpa con capacidad para 1000 personas- lo hacían por completo insuperable. Claro, todo esto me lo repetía a mi mismo una y otra vez en los días previos al recital, pero a medida que se acercaba la hora mis convicciones flaqueaban y crecía mi certeza de que me iba a querer matar por no haber ido. A todo esto, hará cosa de un mes, mi amigo Matías me cuenta que conocía una chica, novia de un pibe que laburaba en la organización, que le había dicho que nos podía hacer entrar. Le dije que me subía a esa movida. ¿Qué mejor ingreso que uno bien punk rock antisistema? ¡Fuck Ticketek! Claro, todo esto lo pensaba con una sonrisa irónica en los labios, porque estaba absolutamente seguro que la chica no nos iba a hacer entrar. En mi memoria todavía flotaba el partido definitorio de Boca en el Apertura'92, cuando no saqué entradas porque un compañero de Facultad me garantizó que ibamos a entrar gratis merced a las buenas artes de uno de los de seguridad de La Bombonera que era amigo de él. Todavía recuerdo la carita de este muchacho cuando llegamos al lugar en el que lo había citado y el quía nunca apareció. Bien, algo así esperaba.
Sin embargo, llegó el día y la oferta se mantenía firme. No solo eso, llegamos al lugar al que nos habían citado, y la chica estaba allí esperándonos. Un par de llamados de celular y apareció el novio en cuestión. Así que empezamos a trasponer vallados y controles como por arte de magia, con la sensación latente de que en cualquier momento se nos cortaba el chorro y no revoleaban de una patada en el orto. Pero no... De pronto, estábamos allí adentro, frente al escenario. Y fue recién entonces cuando REALMENTE caí en la cuenta de que iba a ver a Radiohead.

Había gente a paladas, más aún de la que pensé podía llegar a haber. Ya los había visto en primera fila, así que descarté sumergirme en la marea humana, y me quedé atrás, charlando con Matías, hasta que Kraftwerk dejó de aburrirnos con su música sin alma y Radiohead apareció en escena. Repito: yo no esperaba que aquel recital en Gales pudiera ser superado, menos aún estando lejos del escenario -a la altura de la torre de sonido- y no lo hizo. Pero sí lo equiparó. Y lo hizo no solo porque fue un recital de puta madre, sino porque al verlo desde dónde lo hice, pude disfrutarlo de manera distinta a mi primera experiencia con los cabeza de radio. Pude escuchar toda la banda, hacerlo con tranquilidad, gozar de la puesta en escena a pleno. Y asombrarme hasta el empacho de lo clara que la tienen estos tipos, de lo definido de sus conceptos estéticos, de cómo hacen una puesta en escena increíblemente grosa -y artística- con recursos mínimos o con los mismos recursos que diez mil bandas repiten hasta el hartazgo de la misma monótona manera (las pantallas con imagenes, las luces). No acá. No ellos. Radiohead combina a la perfección TODO para que lo que veas sea arte en vivo. Hay concepto detrás de cada detalle. A eso sumémosle la capacidad para deconstruir las canciones y remodelarlas sobre el escenario en tiempo real. En fin... No alcanzan las palabras para explicar la experiencia que es un show de Radiohead. Uno se va y no te importa si no tocaron alguna canción en particular -los vi dos veces y ninguna de las dos veces tocaron "Fake Plastic Trees", mi favorita- o si tocaron el disco nuevo entero... porque además de eso tocaron otras 16 canciones. Es decir, Radiohead hizo 25 temas en total. Y tocaron "Creep", concientes de para quién estaban tocando (¿la cazás, Billy?). Y Thom Yorke tiene una voz de puta madre. Y no pierden tiempo tratando de hacerse los amiguitos: en vez de discursos pedorros, tocan canciones, que para eso vamos. Y Johnny Grenwood es un ser de otro planeta. Y no te interesa que el pelotudo del sonidista arruine "Airbag" porque el resto del sonido es inconcebiblemente perfecto. Y la base es un reloj. Y suenan mejor que en los discos. Y Ed O'Brien es un sutil realzador. Y... por suerte fuí.

Labels: