Wednesday, August 30, 2006

Grunge XIX: "Sweet little angel, you should have run..."

A Agustina la habían echado del colegio por quilombera y, si bien eso tenía bastante rock, ella estaba triste porque lógicamente implicaba tener que ir a otro lado y no poder terminar con sus amigas. Cuestión que, a pesar de mi dedicatoria de "Evenflow" a Isa, yo tenía más que claro que la que me interesaba era Agustina y que lo que estaba haciendo era amagar para un lado, para salir por el otro. Y funcionaba, porque Agustina, pensando que me interesaba Isa, redoblaba sus esfuerzos por llamar mi atención. Solía venir por casa y charlábamos mucho. Y no desperdiciaba ocasión para llamarme el ojo. Ejemplo: yo tenía que sacar el perro a que hiciera sus cosas. Está lloviendo. Agustina se ofrece a acompañarme. Le recuerdo que está lloviendo. "No importa", me dice, "me encanta caminar bajo la lluvia". Así que me acompaña nomás... luciendo una remerita blanca. Considerando que poseía dos notables atributos, los amigos lectores pueden imaginar el gratificante efecto producido por la lluvia.
Un día me voy al Carrefour a buscar algo, ya a esta altura no recuerdo qué. Agustina, como siempre, se ofrece a acompañarme. Vamos, compramos, charlamos, volvemos. Veníamos charlando, ella me venía contando algo de su nuevo colegio, como que algún celador le tiraba onda, algo así. Cuestión que remata el comentario con un: "Total vos no me das pelota...". Era el momento. La agarré en medio de la calle y le partí la boca de un beso. Y bien, así comenzó todo. Una relación que se extendería por tres años y que sería turbulenta, con grandes momentos y otros muy pero muy jodidos. Por suerte, en la historia que aquí cuento, solo entran los buenos.
Claro que quizás para Agustina la cosa no empezó del todo bien. Como ella pensaba que lo mío era con Isa, estaba un poco sorprendida y descolocada por el vuelco de la situación. Ni hablar cuando, en el primer fin de semana juntos, me agarró una gripe tremenda, como nunca antes. Estuve todo el fin de semana en cama, con mucha fiebre, al punto de que perdí la noción de uno de los días. ¡Y Agustina pensando que en realidad me había arrepentido, que decía que estaba en cama para no verle la jeta!
Pero bueno, pronto se dio cuenta que sus inseguridades eran infundadas. Nuestra relación se volvió intensa, con esa devoción que solo pueden tener los romances adolescentes y, aunque eramos esencialmente inmaduros, nos tomábamos muy en serio nuestro amor, lo considerábamos mágico, único, irrepetible. Estábamos convencidos que estábamos destinados el uno al otro, que los astros o los dioses o lo que fuere así lo determinaban, y lo vivíamos en consecuencia. Para que negarlo, a la luz de lo que vendría después, ese estadio de la relación tuvo toda la magia e inocencia del período que estoy narrando, lo que terminó volviéndola parte de una época tan perfecta como inolvidable.

Monday, August 14, 2006

Grunge XVIII: "Jump around"

Tabasco se ponía cada vez mejor y por eso ya no íbamos a otro lado. No tenía sentido hacerlo porque ningún otro lado nos daba eso que tenía Tabasco. Ya era un rito, literalmente. Veíamos "Headbangers" -ciclo de MTV que, como su nombre lo sugiere, estaba dedicado al metal y, por extensión, al grunge. Dos horas de videos de nuestras bandas favoritas- y, cebados partíamos para Tabasco, llegando justo para el momento en el que abrían. A esa altura ya eramos tan habitués - no exagero si les digo que íbamos viernes y sábado, desde que abrían hasta que (literalmente), ayudábamos a cerrar la puerta- que nos hacían descuento en el ya de por sí cómico precio de la entrada, así que cada uno garpaba 2$. Nos recibían con algo tranqui. Podía ser una sucesión de estos temas: "Fade into you" de Mazzy Star, "Pets" de Porno For Pyros, "Come as you are" de Nirvana, "Hunger Strike" de Temple of the Dog, "No rain" de Blind Melon, "Losing my religion" de R.E.M., "Jeremy" de Pearl Jam, "Sober" de Tool, "Would? " de Alice In Chains, "She talks to angels" de los Black Crowes, "Disarm" de los Smashing Pumpkins, "Here comes your man" de los Pixies... He ahí un segmento inicial, típico de Tabasco. Luego la cosa iba tomando ritmo progresivamente, hasta volverse "bailable". El tema de transición solía ser "Been caught stealing" de Jane's Addiction. Y después, la música -que a esa altura estaba direccionándose hacia el rock alternativo y el metal yanquis, dejando atrás el espectro más amplio de los principios, que incluía desde rock nacional (Sumo, Divididos, Los Brujos, Massacre y Babasónicos sobre todo) a brit pop- pasaba por la cosa grunge y alternativa, con un medley rapero, para ir volviéndose más dura, hasta terminar en un pogo generalizado del metal más extremo. Sintéticamente, imaginen una progresión de este tipo: "Hard to handle", de Black Crowes", "Tones of home" de Blind Melon, "Evenflow" de Pearl Jam, "Man in the box" de Alice In Chains, "Outshined" de Soundgarden, "Kool thing" de Sonic Youth, "Cannonball" de las Breeders, "Nearly lost you" de Screaming Trees, "Prison sex" de Tool, "Mother" de Danzig, "Stop!" de Jane's Addiction, "Smells like teen spirit" de Nirvana, "Sex type thing" de Stone Temple Pilots, "Touch me I'm sick" de Mudhoney, "John the Fisherman" de Primus, "Loser" de Beck, "Unbelievable" de EMF (coladísimo brit) "So watcha ya want" de los Beastie Boys, "Insane in the brain" de Cypress Hill, "Jump around" de House of Pain, "Body counts in the house" de Body Count, "Epic" de Faith No More, "Thunderkiss 65" de White Zombie, "Killing in the name" de Rage Against the Machine -la violencia del pogo en este caso, con todos rugiendo "Fuck you/I won't do what you tell me!" es lo que se dice una experiencia inolvidable-, "Symphony of destruction" de Megadeth, "Seek and destroy" de Metallica, "Punishment" de Biohazard, "Territory" de Sepultura y "Walk" de Pantera. Por supuesto que había muchísimas más canciones, pero calculo que eso sirve para captar la idea.
Lo mejor era que además de que -per se- ellos ponían música que nos fascinaba y en muchas ocasiones nos daban la posibilidad de escuchar por primera vez algunas cosas -Rage Against the Machine y Tool son un ejemplo-, también tenían la mejor, y te ponían las canciones que vos les pedías. Incluso si les llevabas algún disco que ellos no tenían, ponían las canciones que vos elegías. Así se sumaron al repertorio, por mediación personal, "Bone China" y "This is Shangrila" de Mother Love Bone, banda por la que tenía un particular cariño por su trágica historia. La primera vez que pusieron "This is Shangrila", fue para hacer el pasaje de lo tranqui a lo más bailable y yo salté a la pista creyendo que iba a ser seguido por una legión de acólitos del grunge, felices ante la joyita que estaba sonando. Para mi sorpresa, la ignorancia era grande -o Mother Love Bone no era del agrado de tantos como yo imaginaba- porque me econtré bailando casi solo, de no ser por la compañía de un muchacho flaco, fibroso, en cuero, lleno de tatuajes y con cierto aire a Dave Navarro. Bailamos como desquiciados y cuando terminó esa canción, me acerqué a felicitarlo, ya que había sido el único que había demostrado un conocimiento de la alhaja en cuestión. Se llamaba Mariano, y era cordobés, algo que me quedó claro por la combinación de su indisimulable tonada y del pin de Belgrano que lucía en su gorrita. Nos quedamos charlando y ese mismo día nació una entrañable amistad. Mariano era un enfermo de la música, lo que se dice un melómano con todas las letras y era especialmente fanático de Jane's Addiction, lo que -como siempre le digo- lo hace todavía mejor persona. Paseaba perros, estudiaba sonido y a su papá - al igual que a sus abuelos y tíos- lo había matado el Comando Libertadores de América. Mariano, además, vivía con su vieja y con su hermana melliza. "¿Y tu hermana está acá?", le pregunté. "Sí, es esa que está sentada allá", me señaló. Para mi grata sorpresa, era Soundgarden.
Recuerden que nosotros solíamos identificar a las chicas que nos interesaban en Tabasco, por el nombre de la banda que lucían en sus remeras en el momento en el que las "detectábamos". Pues bien, el Negro, había detectado a Soundgarden hacía rato, una linda morocha bien argenta, que lucía frecuentemente una remera de la banda en cuestión. Banda, por cierto, que era la favorita del Negro de la camada Seattle. Con lo que había sido amor a primera vista, al menos de su parte. Solo había un par de problemas. El primero era que ella no había dado ni el más mínimo signo de interés, de hecho parecía ni haber tomado conciencia de la existencia del Negro. Y eso que, no les voy a mentir, el Negro era fácilmente detectable: tenía onda y en general las mujeres lo miraban con algo más que interés. El otro problema era Laura, la novia del Negro. No se los voy a negar, para Ale y para mí, Laura -con la que salía desde fines del año anterior- era un bajón. Era lo que se suele calificar con el término "concheta", acepción de amplísimo espectro, pero que en este caso se traducía en "minita que se pasaba demasiado tiempo delante del espejo, a la que no le gustaba la música que nos gustaba a nosotros y, por ende, tampoco Tabasco, y que prefería el punchi punchi". Esos eran suficientes motivos para que no tuviéramos dudas que lo mejor que le podía pasar al Negro era Soundgarden. Así que, cuando Mariano me dijo que Soundgarden era su hermana, y que no se llamaba Soundgarden sino Montserrat, no lo dudé un instante: la encaré ahí mismo. No, no para mí, obviamente. Para el Negro que, aleluya, ese día había ido sin Laura. Charlando con Montse, encima, me percaté que no solo había visto al Negro, sino que le tenía echado el ojo hace rato. Pero claro, el problema era que "estaba siempre con esa chica". Pensé que, el primer paso para deshacerse de "esa chica" era que de una vez por todas el Negro y Montse se dirigieran la palabra. Cual Cupido grunge, entonces, me acerqué al Negro y le tiré que la susodicha se llamaba Montse y que algo me hacía sospechar que no iba a tener drama en charlar con él. Dudó un poco el Negro, algún escrúpulo le hizo darse cuenta de que si daba ese paso, Laura sería historia en breve. Pero, tal como lo hace siempre en la cancha, encaró nomás.

Thursday, August 10, 2006

Grunge XVII: "Evenflow"

Llegamos al gran día después de "concentrar" en lo de Ale. Hacia la tarde noche fuimos a hacer la prueba de sonido al Parakultural. El único problema que teníamos era que Nacho estaba engripado y con fiebre, la cual aumentaba a medida que se acercaba la hora señalada. Evidentemente, cada uno somatizaba a su manera. Pero Nachito no estaba dispuesto a claudicar justo en ese momento, así que nuestro temor a tener que debutar sin bajista -porque lógicamente no pensábamos suspender- se evaporó rápido. Era un día húmedo y amenazaba lluvia, y eso estaba bien, porque era el clima característico de Seattle, así que podíamos dejar volar la imaginación, más allá que entre San Telmo y Seattle hay pequeñas pero perceptibles diferencias. Así que probamos sonido nomás. El asunto era así: primero tocábamos nosotros, y después Scherzo. Así que ellos nos hacían el sonido a nosotros, y nosotros a ellos. Mientras probábamos, Morris, el batero de Scherzo, nos prendió las luces audiorrítmicas. Algo tan sencillo me pareció sencillamente fascinante: ¡las luces se movían al ritmo de la música que nosotros habíamos creado! Desde que llegamos al Parakultural, yo estaba como en una cápsula lanzada a mil kilómetros por hora. Era una extraña sensación de irrealidad, disparada por toneladas de adrenalina. Escuchaba a los chicos de Scherzo que, desde la otra punta del Parakultural, preguntaban si estaban bien el volúmen, si quería algo más de cámara, más graves o más agudos. Y yo, diciendo que sí, que sí, que todo bien, wathever... ¡toquemos ya!
Había dos posibilidades en el Parakultural: tocar abajo, en un espacio más tipo cueva, el lugar original en donde habían tocado montones de héroes del rock nacional; o hacerlo arriba, en un espacio nuevo que estaba más bien dedicado a obras de teatro. Nos tocó arriba, por suerte. Es que yo no quería una cueva, por más pergaminos que tuviera. Yo quería un espacio bien grande, como el de arriba, con un escenario bien ancho y espacioso como el de arriba. Eso sí, el de arriba tenía un pequeño problemita: estaba MUY arriba. Era un escenario realmente alto, desmesuradamente alto. Con decirles que la puerta de acceso para el público estaba debajo del escenario. Era casi, como tocar desde el techo de una casa. Y eso, para alguien que tiene vértigo, puede resultar arduo. Bueno: yo tengo vértigo, mucho vértigo. Así que mi dilema era, como hacer para sacarme como a mí me gusta y como la ocasión me lo pedía, sin terminar para lizado por el vértigo, o cayéndome del escenario. No les voy a negar que una caída desde esas alturas hubiera estado verdaderamente pletórica de rock, pero me parecía un tanto prematuro esa sobredósis de rock para nuestro público en nuestra primera presentación. Así que me encomendé a Morrison, a Iggy Pop, a Ozzy y a todos los héroes saltarines del rock, y decidí olvidarme del tema hasta que comenzara la cosa. Ahí vería qué hacer, o tal vez no vería nada.
Nos fuimos a comer algo con los Scherzo que, entre tira de asado y chori, nos daban ánimos y sostén psicológico. Y, cuando volvíamos, la cosa se empezó a poner candente. Había una cola frente a la puerta del Parakultural. Una cola larga en serio, que llegaba a la esquina y doblaba. Seamos sinceros, habíamos vendido todas las entradas, es cierto. Eran doscientas entradas, también eso era cierto. Tan cierto como que ni por asomo pensábamos que la gente que había comprado los tickets iba a venir. Calculábamos que lo habían hecho de onda, y que si venía un tercio de los compradores estábamos hechos. Pero no, ahí no solo estaban los doscientos, sino que habían traído más. Y además estaba el público de Scherzo. Así que nos detuvimos, cada uno saludando y charlando con aquellos que habían venido por uno. Y entramos. Les dije que mi sensación de irrealidad era tremenda, ni que hablar cuando la gente empezó a entrar. Nosotros estábamos arriba del escenario, aunque con las luces apagadas, pispeando desde allá arriba, como el lugar se iba llenando rápido, muy rápido. En 15 o 20 minutos estaba totalmente repleto por no menos de trescientas personas. ¡Y nos venían a ver tocar! No podía ser cierto, pero era. El sonido de decenas de charlas llenaba el lugar y desde nuestro escondrijo nos dedicábamos a individualizar quiénes estaban ahí. Estaban mis compañeritos de la facultad, mis amigos de toda la vida, mi hermano y sus amigos, mi hermana y sus amigas, mis viejos, una banda llegada desde Castelar, donde habíamos hecho la amistad con mucha gente a través de Mariana, mi amiga de la Facultad. Y estaban Agustina e Isa. Yo ya había elegido, pero tenía una jugada en la manga que pretendía fuera la definitoria. Y pensaba hacerla esa misma noche. Estaba sumergido en el torbellino de mis pensamientos, cuando de pronto, como desde muy lejos, penetrando de a poco en mi conciencia hasta llenarlo todo, me di cuenta que el público aplaudía rítmicamente, pidiendo que empezáramos...
Entonces, se prendieron las luces y quedamos de frente a ellos, haciendo exactamente lo que se hace en esa situación: probar por enésima vez que todo esté bien, aunque se sepa que lo está. Un redoble de tambor, un acorde guitarra, un par de notas de bajo, le "hola, hola" del micrófono. Y la pregunta pertinente al público. "¿Se escucha?". "¡¡¡¡¡Síiiii!!!!!", responden a la obviedad, pero con la mejor onda. "Bueno", les digo, "Vamos a rockear". Largamos con "Suicidal love", a esa altura el que sería nuestro tema de apertura habitual. Le seguiría el resto del repertorio: "Sheep", "Tan mal", "El jit", "Aint talkin' about love" (que dedicamos a nuestra amiga Carolina, gran fan de Van Halen), "Abismos", el tema instrumental al que anuncié con una seguidilla de boludeces del tipo "ahora los dejo con los tres maestros, que van a interpretar para ustedes una pieza de cámara en do menor andante" o algo por el estilo que es mejor olvidar. El público estaba inexplicablemente en llamas. Probablemente en una mezcla de muy buena onda hacia nosotros, apreciable cantidad de cerveza, pasión por el rock y quién sabe qué más, se portaban como si estuvieran viendo una verdadera banda y no un compilado de pretenciosos -particularmente el cantante- aspirantes a estrellas de rock. Pero imagino que, al mismo tiempo, nuestra honestidad brutal, hecha de inocencia, inexperiencia y las mejores intenciones, y expresada en una energía exuberante, terminó contagiándolos. Ni hablar cuando disparamos "En el borde", "Evenflow" -mi cuelgue tras el solo pasó desapercibido, aunque lo que no pasó despercibido fue mi dedicatoria a Isa, que creó la conmoción deseada entre mi pequeño grupo personal de fans femeninas - y cerramos con "Zero". La potencia de ese cierre terminó de convencerlos. Fuimos despedidos con una ovación cerrada y un pedido de bises que no pudimos complacer, simplemente por las limitaciones de nuestro repertorio. Pero no importó, todo había sido incluso mejor que el mejor de nuestros sueños. Cuando bajamos del escenario fuimos cubiertos con un manto de triunfo. Las caras con las consecuentes felicitaciones nos ametrallaban sin darnos respiro. Nos profetizaron grandes futuros, nos prometieron gloria, nos garantizaron sueños. Y nosotros, abrigados por una felicidad inconmensurable, nos dedicamos a degustar el empalagoso fruto de la victoria.