Tuesday, February 20, 2007

Sin signos vitales

Ayer pasaba por un kiosco y llegó a mis oídos una canción, bastante conocida -más allá de que desconozca el nombre- que, si no me equivoco, pertenecía a Los Tipitos, o tal vez a Árbol, o... En realidad, podía pertenecer casi a cualquiera, y por varias razones, ninguna de ellas positiva. Es que no pienso ser políticamente correcto: en mi opinión, el rock nacional está en coma profundo, y no parece haber señales de resurrección.
Veamos, no voy a hacer referencia al geronte patético de Charly García, porque es malgastar tiempo y palabras. Menos a Fito Páez, a quien -por suerte - se le pasó el cuarto de hora y ahora el olvido, piadoso, tiende sobre él su manto. Tampoco a Bob Dylan... perdón, a Andrés Calamaro, triste copia del gran Bob. No incluyo a Spinetta, a quien respeto sobremanera por sus ya lejanos méritos en Almendra, Pescado Rabioso, etc. Tampoco a Ceratti, de quien añoro los tiempos de Soda Stereo y deploro su actualidad solista. No me referiré a Sumo ni a los Redondos, dos de las mejores bandas que ha dado este país, porque ya no existen. Pasaré de hacer alusión a Divididos, en un interminable barranca abajo, muy lejos de los tiempos en que eran una verdadera banda de rock (tres primeros discos). Tampoco me detendré en Las Pelotas, banda decente que aún subsiste. No me refiero a ninguno de ellos porque todos ellos, más allá de mi gusto personal, construyeron el rock nacional, y lo hicieron aportando -con resultados diversos- una genuina intención de crear buenas canciones y un sonido propio.
Me refiero a lo que hoy circula por las radios, a las bandas que hoy son el rock nacional. Me refiero a las bandas que, en general, llenan páginas de prensa y ocupan las grillas de los festivales. Me refiero a la Bersuit, a la 25, a Callejeros, a Pier, a Árbol, a Jóvenes Pordioseros, a Los Tipitos, a Miranda, a Turf, a Los Piojos, a Catupecu Machu, a Babasónicos...
Sí, ya se, muchos me van a saltar al cuello: ¿cómo podés mezclar a Babasónicos, a Catupecu, a Los Piojos, con esas bandas? ¡Sos un hijo de puta! Pero esperen, déjenme hacer distinciones antes de matarme.
El tema es que, dentro de una clara decadencia del rock nacional -y también del internacional, pero eso sera tema de otro post- se pueden distinguir grados y matices, además del hecho concreto de que no todas las bandas en cuestión son de generación '00. Digamos que se pueden distinguir varios tipos de banda, en orden decreciente:
a- Las "5 pal peso". Esas bandas ocupan el plano en el que quizás más incide mi gusto personal a la hora de que no me gusten, además de una omnipresente sensación de que siempre les falta esa monedita para llegar a ser realmente buenas. Allí se ubican Babasónicos, Caupecu y Los Piojos. En el caso de las dos primeras, puedo reconocer sin dudar que se trata de buenos músicos, que han hecho grandes canciones y que se encuentran embarcados en una constante búsqueda de evolución artística. El problema con esas dos bandas es el mismo: el cantante. Los dos cantan muy feo. Dargelos tiene una voz nasal, no trabajada en lo más mínimo y, en consecuencia, con pocas posibilidades, dado que el registro es muy limitado. Su voz es plana. En consecuencia, queda separada de la música. Quizás aquel al que le gustan los Babasónicos ya incorporó la voz como parte del sonido de la banda, pero yo nunca conseguí hacerlo, y por eso no me gusta.
El caso de Ruiz Díaz tiene la misma raíz: la ausencia de técnica. En este caso, a diferencia de lo que hace Dargelos -que es más astuto-, Ruiz Díaz no canta, grita. Grita todo el tiempo, la voz aparece forzada y monocorde. El resultado es extremadamente molesto, porque ni siquiera tiene un timbre agradable y, nuevamente, la incapacidad de variar los tonos, sumada al grito constante, recorta el vuelo melódico. Resultado final: no puedo escuchar una canción de Catupecu entera, porque me agota.
Ambas bandas mejorarían ostensiblemente si ambos cantantes tomaran algunas lecciones de su metier. Me pregunto, si lo han hecho Ceratti, Ciro Pertusi, Dave Gahan y Bono, ¿por qué no pueden hacerlo ellos?
Después están Los Piojos. En el caso de estos muchachos se trata de una cuestión de piel. Me desagrada profundamente desde la apariencia a la voz de Andrés Ciro. Y me desagrada la música de la banda -excepción hecha de un par de canciones-, no me gustan los estilos que combinan (la murga siempre me pareció algo en extremo desagradable) ni cómo lo hacen. No me gustan. Sin embargo, reconozco en ellos también, una originalidad, una búsqueda artística. Ergo, más allá de que no me gusten hay respeto.
El problema es que esas tres bandas sean lo más respetable que hay hoy en día. Si uno compara con las que eran las bandas más decentes de los '70, '80 y '90, empieza a constatar la decadencia de la que estoy hablando.
b- Después tenemos las bandas "todo igual". Son un compendio de grupos que, cuando son escuchados por la radio, por ejemplo, no presentan diferencias entre ellas. No sabemos a quién estamos escuchando, porque carecen de características distintivas. Es decir, probablemente el fan de esas bandas sí pueda distinguir a una de otra, pero en mi caso solo escucho una blandura en el sonido, una chatura de ideas y una ausencia de voces distintivas, que me supera. ¿Tanto cuesta que una banda suene con fuerza, aún siendo pop? ¿Tanto cuesta conseguir que un tipo cante como la gente, que su voz tenga personalidad, que diga algo? Todas estas bandas a las que hago referencia -y cuyo paradigma podrían ser Los Tipitos y Árbol- están apenas un escalón arriba del tipo cantando en un fogón con una guitarra criolla. ¿Se entiende? Ese es el nivel en todo sentido: canciones apenas trabajadas, un sonido paupérrimo, voces que parecen haber sido grabadas mientras el cantante se bañaba. Muy pero muy pobre.
c- Viene el turno de las sobredimensionadas. Ahí podemos ubicar a Miranda y a Turf. La segunda banda había desaparecido un poco de la escena, pero ahora tiene pensado volver con todo. Y es, sin más, una reverenda porquería. Los ví en vivo dos veces, una de ellas antes de ser conocidos, la segunda, en el pico de popularidad. Una banda que arrancó teniendo cierta onda y que se entregó sin más a la reivindicación del kistch y de la grasada pura, reivindicando a Palito Ortega y el club del clan. La coolización del kistch. El resultado es una banda patética, haciendo canciones pedorras y con letras propias de un quinceañero.
Por su parte, Miranda... Me supera. Otros reivindicadores del kistch y la grasada, aunque algo más respetables que Turf. Pero construyeron una carrera en base a dos hits. Es demasiado.
d- Y por último las horrendas, espantosas bandas de rock barrial-estón-redón. Acá ubicamos engendros como La 25, Jóvenes Pordioseros, Callejeros y Pier, entre muchísimas más. El rock reducido a su más patética expresión estética, en una absoluta falta de ideas . Muuuy pobre. En algunos casos -Pier y Callejeros- pésimos clones de los Redondos. Donde los Redondos tenían talento y originalidad, estas dos bandas solo muestran un envase vacío de contenidos, una chatura alarmante. Y La 25 y Jóvenes Pordioseros figuran acá como los más fieles exponentes del rock barrial rolinga. Si otras bandas, de otros estilos, tuvieran las mismas posibilidades -o al menos alguna llegada- que ellos, no entrarían en este listado. Es necesario que haya bandas de rock absolutamente básicas y directas. El tema tiene que ver con que, cuando esas bandas son la alternativa mayoritaria, la cultura musical se empobrece por falta de variedad. No hay opciones.
e- Por último, un párrafo aparte para una banda que detesto con el alma: la Bersuit. Me basta señalar que su música es realmente desagradable, con una sola canción propia que vale la pena. La otra canción valiosa es de Las Manos de Filippi. Ni hablar de la demagogia descarada del pelado Cordera. Música teóricamente "popular" que no es otra cosa que un cocktail de estilos musicales y letras políticamente correctas, impregnadas de un nauseabundo aroma a negocio. Un asco.
Lo que veo en el rock nacional hoy es una auténtica cultura del estereotipo. Las diversas bandas se postulan como representantes de algún estereotipo -el barrio, el pop, lo políticamente correcto, whatever- y un público cada vez más pobre culturalmente, con cada vez menos elementos dentro de su bagaje musical, compra. Compra por desconocimiento o porque no le queda otra. Pero compra. Y mientras, la tumba del rock nacional es cada vez más profunda.