Thursday, September 28, 2006

Grunge XXII: "Very Ape"

Fue en ese entonces, cuando estábamos realmente en nuestro mejor momento, cuando decidimos que era fundamental grabar algo, algún tipo de demo. Así que empezamos a buscar un estudio y finalmente encontramos "Estudios Pacífico", en lo que hoy sería el muy fashion Palermo Soho. De hecho, el estudio estaba ubicado cortando la no tan fashion Godoy Cruz, aunque en aquel entonces no había trabas y sí "profesionales del amor", como alguna vez definió un viejo conocido. Cuestión que, como no queríamos ir completamente en bolas a grabar, decidimos hacer al menos una experiencia mínima e indispensable: una grabación casera. Para eso conseguimos una pequeña consola de cuatro canales e instalamos un "estudio" en el cuartito de Ale. De hecho, decidimos aprovechar el fin de semana en un 100% y complementar la grabación con una sesión fotográfica a cargo de un amigo de Nacho, teóricamente experto con la cámara. Era un fin de semana largo y la familia de Ale se había ido a algún lado, no recuerdo a donde. Agustina se había ido a Chile a visitar a sus primas, dejándome la recomendación de que, si iba a Tabasco, tratara de evitar a cierta compañera de facultad que, según ella, me tenía ganas. Desestimé esa idea como producto de su imaginación exacerbada por celos extremos que la caracterizaban -todavía recuerdo como me destrozó una amada remera de Led Zeppelin impulsada por el odio que le generaba saber que me la había regalado Astrid- aunque un tiempo después me daría cuenta que tenía razón, y que las mujeres tienen el ojo infinitamente más afilado que los hombres para detectar ese tipo de cosas. En fin, cuestión que nos instalamos en lo de Ale y decidimos experimentar con aquellos temas que no iban a entrar en la grabación oficial. La distribución era la siguiente: "Zero", "Suicidal love", "En el borde" y "Abismos" iban a ir en la oficial. Así que para grabar en lo de Ale iban "Sheep", "El Jit", "Tan Mal" y las versiones tentativas de "Suicidal love" y "En el borde". Primero armamos el "estudio", que básicamente consistía en microfonear la bata y sacar los cables fuera del cuarto, donde iba a estar la consola, para grabar la bata desde ahí. Lógicamente -nunca más exacta la palabra ya que, considerando nuestra inexperiencia, hicimos todo en base a lo que nos parecía lógico- primero grabamos una versión de referencia en vivo, para luego ir metiendo nuestros instrumentos, uno por uno. Claro, había algunos detalles, como por ejemplo, que con cuatro canales no te alcanza, ya que solo la batería se lleva más de cuatro. Con lo que tuvimos que grabar la bata en cuatro, comprimirla y mandarla por el mismo track que el bajo. De esa manera nos quedaron tres tracks libres para meter las guitarras y voces. todo eso, que parece básico, no lo era en absoluto para nosotros. Ibamos improvisando sobre la marcha, mientras descubríamos cómo manejar la consola. Al mismo tiempo, mi equipamiento personal consistió durante toda la existencia de Señor de las Moscas en un amplificador chico de guitarra y un micrófono considerablemente baqueteado. Soñar con efectos de voz para alguien que en ese momento era un desocupado sonaba a delirio lisérgico. Pero claro, no ibamos a dejar las cosas así nomás. Así que agarramos los efectos de guitarra de Ale y empezamos a experimentar con ellos. Así encontramos una cámara para la voz, delay, flanger e incluso el mismo pedal de distorsión. Una maravilla. Por la noche, mientras el Negro y Nacho se dedicaban a ignotas actividades, con Ale nos divertimos de lo lindo mezclando el material y haciendo arreglos de guitarra y voz de último momento, que se nos ocurrían sobre la marcha. Es decir, lo contrario de lo que debíamos hacer en el estudio, donde cada minuto sale plata y hay que ir con las ideas bien claritas. Eso sí, la pasamos bomba y a eso de las 2 de la mañana de aquel viernes feriado ya teníamos listo nuestro primer demo. Tras lo cual nos fuimos a Tabasco a celebrar.
El sábado llegó la hora de la sesión de fotos. Nuestro fotografo amigo llegó al mediodía, bastante más temprano de lo esperado, considerando que nos habíamos acostado a eso de las 7 de la mañana de ese mismo día. Le abrió un Ale con resaca y el aspecto que solo podía tener Ale recién levantado, una suerte de Slash pero de Vicente López y con pantuflas del Demonio de Tazmania en los pies. Tras un lento despertar de lo que quedaba de nosotros, y revitalizados con un brunch, empezamos a elegir los spots y también actitudes, pilcha y todo lo que nuestro fotógrafo nos iba indicando. Primero las fotos tocando, para lo que tuvimos que subir al cuartito y ponernos a tocar, ya que la idea era que saliera lo más "real" posible. Hasta ahí todo bien, estábamos en lo nuestro y no había que posar. Pero bueno, todo concluye al fin, y llegó la hora de las fotos posadas. El spot central era la gran escalera en semi espiral que llevaba al segundo piso y que según el muchacho de la cámara brindaba "muchas posibilidades". Al final las posibiliades se resumieron a dos opciones: nosotros abajo y él tomándonos desde arriba, y nostros sentados en la escalera y él tomándonos de frente. Lo que fue cambiando a través de toda sesión fue la pilcha, alternando -e intercambiando- remeras, poniéndonos y sacándonos gorritos. Hasta que se desmadró todo. Ya hacían un par de horas que estábamos con esto de las fotitos y nos empezamos a aburrir. Lo cual llevó directamente al pelotudeo: empezamos a entonces sacarnos las fotos estereotípicas de las estrellas de rock en sus distintas versiones: las que quieren ser épicas, las que quieren ser sexys, las que quieren ser místicas, las que quieren ser reventadas, las que quieren ser cómicas... De esa manera logramos el hartazgo de nuestro cameraman, quien esgrimiendo excusas varias, hizo mutis por el foro. Y nosotros pudimos partir de una vez por todas a nuestro antro favorito.

Tuesday, September 12, 2006

Grunge XXI: "Head creeps"

Estábamos a mil. Muy conforme con nuestra performance en Aca-traz y con la respuesta del público, nuestra arregladora de recitales nos propuso otra fecha para el viernes 25, menos de una semana después. Como era de esperar, aceptamos sin dudar. Como era de esperar también, la fecha iba a ser en extremo heterogénea, ya que ibamos a compartir escenario con La Banda del Viejo Bonzo, La Muela y La Paz Blues Band. Léase: hard rock zeppeliano, rock estón y blues, este último a cargo del combo de nuestra organizadora. El lugar era Epoché Fenomenológico, un reducto ubicado frente al estadio Heladera Coca Cola, que ya no existe, al igual que las bandas que tocamos aquella vez. El sitio no motivaba demasiado, menos aún después de los lujos de Aca-traz. Ya tener la Heladera enfrente tira para atrás a cualquiera, y a eso habría que sumarle que el Epoché parecía cualquier cosa menos un antro rockero. De hecho, el escenario era apenas una elevación natural de la estructura. Imaginen esos típicos restaurantes setentosos, semifinolis, venidos a menos. Se había transformado en un bar para intelectualoides y allí estábamos nosotros para descargar un tsunami rockero. Afortunadamente, la presencia de público seguía siendo importante. Todavía eramos capaces de llenar un lugar menos de una semana después de haber tocado. Estaba claro: el futuro era nuestro. El set seguía siendo el mismo, con apenas el reemplazo de un cover. Había quedado afuera "Ain't talkin' 'bout love" y en su lugar entraba una joyita de Alice In Chains: "Ain't like that". Estábamos definiéndonos en cuanto hacia dónde queríamos ir y, siendo que la principal fuerza creativa y sonora era Ale y su banda grunge favorita era Alice In Chains, la idea era ir para ese lado. Cosa que no nos disgustaba a ninguno, ya que a todos nos fascinaba Alice y mi tono nasal podía acercarse al de Layne Staley. Solo restaba un pequeño detalle, quién debía cantar haciendo las veces de Cantrell. Un tiempo antes habíamos intentado hacer "Hunger strike" de Temple of the Dog, que incluye dueto entre Eddie Vedder y Chris Cornell. Lógicamente, a mi me cabía el lugar de Cornell, y luego hacía la parte de Vedder, pero la cosa se complicaba cuando llegabamos a la parte en que ambas voces armonizaban, que era justamente el quid de la canción. Mis tres compañeros de banda se resistían heroicamente a emitir una sola nota. Tras endilgarles una total falta de profesionalismo y pintarles negras perspectivas para nuestro futuro si mantenían esa actitud, logré convencerlos. Claro, después de escuchar cantar a Nacho y al Negro, comprendí que tanta resistencia no se fundamentaba tanto en el temor como en un absoluto realismo. Definitivamente, lo de los chicos era el ritmo, no la armonía. Perpetraban el canto con la crueldad propia de quien comete un crímen de lesa humanidad. Tan terrible fue el resultado que archivamos el intento y así Ale zafó de que le llegara el turno. Pero entonces surgió la idea de hacer un tema de Alice In Chains. La propuesta vino de Ale y barajamos varias posibilidades. Ale postulaba "Rooster", yo prefería "Ain't like that", y finalmente la balanza se inclinó para mi lado. Pero, ahí resucité el tema de la segunda voz y lo presionamos tanto a Ale -recuerden que alguna vez lo habíamos bautizado "El Mudo"- que terminó accediendo. Claro, hizo todo lo posible: no se subía el volúmen del micrófono, lo ponía muy bajo, susurraba... Casi que hubo que darle de patadas en el culo para que cantara, pero finalmente lo hizo. Y era más que decente. Así fue como empezamos a tener una segunda voz y a enriquecer nuestra música.
Pues bien, volvamos a Epoché Fenomenológico, donde el rock ya había comenzado con La Muela, mientras la gente seguía llegando. Yo estaba con Agustina, Nacho suspiraba secretamente por Luanda -la hermana del Negro- sin atreverse aún a hacer una jugada, Ale y Romina -la amiga de mi hermana- se hacían mutamente el filo, y el Negro... el Negro quería largar de una vez por todas a Laura, su novia aburrida, y definir con Montse, su verdadero interés. Así que había hecho la siguiente jugada: no le había dicho nada sobre la fecha a Laura y la había invitado a Montse, medio casual, una onda "che, el viernes tocamos. Si tenés ganas de ir....". Si Montse iba, entonces el Negro tomaría una decisión. Pero el lugar ya estaba a full, con La Banda del Viejo Bonzo sonando, y ni señales de Montse. Llegó nuestro turno y estábamos subiendo al escenario cuando Ale le hizo un gestito con la cabeza al Negro. Dorian miró hacia donde le había indicado Ale: Montse estaba allá al fondo, mezclándose entre el público lo más subrepticiamente posible. Con el Negro motivadísimo, largamos uno de nuestros shows más demoledores... en todos los sentidos imaginables. Rockeamos sin piedad, saltando de aquí y allá sobre el escenario, adrenalina pura. Claro, el no ser una boy band con coreografías ensayadas, y el hacer despliegues físicos como si estuviéramos en Wembley llevó a lo inevitable. Ya estábamos cerrando con "Evenflow", y yo realizaba una desenfrenado headbanging, enceguecido por el rock, el pelo y las luces de la fama, cuando algo me impactó de lleno en la cabeza. No, no era una súbita revelación ni nada que se le parezca: era el bajo de Nacho. Me había dado con la cabeza de su instrumento en la cabeza de mi cuerpo, específicamente con una de las clavijas. Durante un momento quedé más pelotudo que de costumbre. Nacho se dio cuenta, pero el show debía seguir, así que le puse pilas y totalmente mareado, con un chichón creciéndome a velocidad supersónica, y un hilo de sangre que empezaba a mojarme el pelo, dejé las entrañas con "Zero". Terminamos y, lo más disimuladamente posible, mientras Ale y el Negro se dedicaban a hacer los sociales pertinentes con el ardoroso público, Nacho y yo nos fuimos a la cocina a conseguir hielo para mi boleado marote.
Esa noche el Negro se fue con Montse...

Friday, September 01, 2006

Grunge XX: "Zero"

La fecha en el Parakultural había sido un éxito de dimensiones inconmensurables. Habíamos llenado al lugar a reventar, a la gente le había gustado y hasta habíamos hecho plata. No solo eso. Al finalizar el show se nos acercó una dama que dijo llamarse Marcela Paz y nos hizo entrega de su tarjeta, diciéndonos que nos comunicáramos con ella si estábamos interesados en hacer fechas. Nos pareció una excelente manera de arrancar, sin el engorroso proceso de tener que buscar lugares para tocar. Así que le pegamos el correspondiente tubazo y nos tiró varias opciones. La que más nos llamó la atención era la de un concurso en Acatraz, en aquel entonces en Yerbal y Rojas. Cada banda tocaba cuatro temas, pero eso no era problema para nosotros, ya que implicaba tocar más de la mitad de nuestro repertorio. Veíamos la oportunidad de poner a prueba nuestra música y a nosotros como banda en comparación con otras bandas y ante un público ajeno. En nuestra inocencia a prueba de balas ni siquiera nos dábamos cuenta del suicidio absoluto que implicaba pretender hacer esto en el que iba a ser nuestro tercer show. Pero, evidentemente, nosotros veíamos la realidad de otra manera, así que dijimos: "Tenemos un mes por delante, elijamos los temas y ensayémos hasta que nos salgan inmejorables". Las cartas ganadoras eran cuatro, sin discusión: "Zero" (que a esa altura todavía no tenía nombre), "En el borde", "Sheep" y "Suicidal love". Durante un mes le dimos durísimo hasta que realmente no podíamos sacarles más el jugo. Estábamos listos. Eramos una maquina de rock y pensábamos hacernos del concurso de un plumazo. Ni siquiera nos interesaba tanto el premio -horas de grabación en un estudio- como el hecho de que nuestro nombre empezara a circular. Imaginen la emoción cuando empezamos a ver grandes afiches con "Señor de las Moscas" estampado junto a los nombres de las otras bandas, empapelando zonas estratégicas de la ciudad. La cosa marchaba, no había dudas.
Llego el día. Era el sábado 19 de junio de 1993. Fuimos a probar sonido y ya flasheamos, porque el escenario de Acatraz era realmente grande, lo que daba enorme libertad de movimientos. Encima la batería iba en una tarima que podía subir y bajar. Y, como si los egos no tuvieran suficiente con todo eso, te filmaban, y vos te podías ver mientras tocabas, en las pantallas que daban hacia adentro del escenario. Esto era PRO, pero nada tenía que ver con Macri.
"¿Como definirían su música?", nos preguntó la señora Paz. "Nosotros hacemos grunge", fue la respuesta automática. Evidentemente no alcanzamos a percibir la cara de supina ignorancia de la dama, porque nos fuimos felices de la vida a esperar que empezara a llegar la gente. Y, para nuestra alegría, la gente comenzó a llegar en cantidad, aunque muy lejos de las hordas que habían ido al Parakultural. Ahí empezamos a aprender a distinguir la diferencia entre "hacer el aguante" y que te guste la banda. No obstante, a la hora de arrancar la primera banda, el lugar estaba hasta las manos, combinando nuestro público con el de los otros cinco participantes: Desintegración, D'Nada, Mae Imanja, Los Hijos de Shakespeare y El Eje. Había de todo allí, clásico rock nacional, dark alla Cure, rock and roll estón, metal... y nosotros. Llega nuestro turno y nuestra anfitriona nos presenta: "Y ahora con ustedes, ¡Señor de las Moscas! Estos chicos hacen... er... (intento de recordar la palabra)... una música nueva. ¡Un fuerte aplauso!". Largamos entonces con "Suicidal love". Yo lucía ya para ese entonces un look totalmente Chris Cornelliano. Léase: pelo muuuy largo, barba candado, bermudas, medias, borcegos y remera, todo en negro. Promediando el set, encima, quedé en cuero -eran los tiempos en que podía hacerlo sin pasar vergüenza- mientras le mostraba mi remera negra de Soundgarden al público, intentando que relacionaran nuestra música con aquello que nuestra anfitriona no había sabido definir. Todo mi ser clamaba por un "grunge" por parte del público. Pero lo único que conseguí fue un "¡Aguante los Chili Peppers!". De todas maneras, podíamos ver que algunos metaleros hacían headbanging al son de los riffs de Ale y la base devastadora de Nacho y el Negro. Y, mientras tanto, yo hacía de las mías. Hermano, tenía a mi disposición un escenario amplio, no pensaba quedarme quieto. Fue así como, no me cabe duda, me gané al público, particularmente el metalero, dentro de la muy heterogénea concurrencia. Más aún, cuando lancé uno de mis clásicos alaridos agudos, se escuchó un más que generoso: "¡Buena Gillan!". Cerramos con "Zero", como siempre, y antes de largar con el tema, la presenté y -para sorpresa de mis compañeros- bauticé. Es que antes de entrar, mientras esperábamos que llegara la gente y estábamos al pedo haciendo tiempo en la puerta de Acatraz, tuvimos problemas con la ley. No les agradó nuestra apariencia e instantáneamente pensaron que estábamos vendiendo sustancias. Así que nos tuvimos que comer la clásica cacheada, con pedido de documentos incluido. De hecho, nos espetaron a retirarnos, haciendo caso omiso del hecho de que tuviéramos que tocar en apenas un par de horas. La salvadora intervención del dueño de Acatraz, que justo vio la situación, hizo que nuestra tercera fecha no fuera dentro de la seccional.
Pues bien, caliente hasta la manija con el episodio, mandé: "Esta canción se llama Zero, que es el coeficiente intelectual de los tipitos de azul que están afuera". Y largamos. Hubo rugido de satisfacción del público, tanto por la contundencia del que sin dudas era nuestro hit, como por el significado del mismo. Los que no quedaron del todo complacidos fueron el Negro, Ale y Nacho. Una vez de regreso en lo del Negro, a donde fuimos a charlar sobre la fecha, antes de partir a Tabasco, los muchachos me indicaron su consternación por esa doble decisión unilateral: decretar por mi cuenta el nombre de nuestro hit, y putear a la policía en nombre de la banda. "No sos Morrison", fue la desalentadora aclaración del Negro. Sin embargo, yo planteé que no lo veía así, que el cantante tiene que hablar y que la respuesta del publico sobre al particular había sido muy positiva. La cosa quedó en tablas y optamos por no discutir al pedo, considerando que todo había salido más que bien. Mejor era empinar un par de Black Jacks y partir hacia Tabasco.