Grunge XX: "Zero"
La fecha en el Parakultural había sido un éxito de dimensiones inconmensurables. Habíamos llenado al lugar a reventar, a la gente le había gustado y hasta habíamos hecho plata. No solo eso. Al finalizar el show se nos acercó una dama que dijo llamarse Marcela Paz y nos hizo entrega de su tarjeta, diciéndonos que nos comunicáramos con ella si estábamos interesados en hacer fechas. Nos pareció una excelente manera de arrancar, sin el engorroso proceso de tener que buscar lugares para tocar. Así que le pegamos el correspondiente tubazo y nos tiró varias opciones. La que más nos llamó la atención era la de un concurso en Acatraz, en aquel entonces en Yerbal y Rojas. Cada banda tocaba cuatro temas, pero eso no era problema para nosotros, ya que implicaba tocar más de la mitad de nuestro repertorio. Veíamos la oportunidad de poner a prueba nuestra música y a nosotros como banda en comparación con otras bandas y ante un público ajeno. En nuestra inocencia a prueba de balas ni siquiera nos dábamos cuenta del suicidio absoluto que implicaba pretender hacer esto en el que iba a ser nuestro tercer show. Pero, evidentemente, nosotros veíamos la realidad de otra manera, así que dijimos: "Tenemos un mes por delante, elijamos los temas y ensayémos hasta que nos salgan inmejorables". Las cartas ganadoras eran cuatro, sin discusión: "Zero" (que a esa altura todavía no tenía nombre), "En el borde", "Sheep" y "Suicidal love". Durante un mes le dimos durísimo hasta que realmente no podíamos sacarles más el jugo. Estábamos listos. Eramos una maquina de rock y pensábamos hacernos del concurso de un plumazo. Ni siquiera nos interesaba tanto el premio -horas de grabación en un estudio- como el hecho de que nuestro nombre empezara a circular. Imaginen la emoción cuando empezamos a ver grandes afiches con "Señor de las Moscas" estampado junto a los nombres de las otras bandas, empapelando zonas estratégicas de la ciudad. La cosa marchaba, no había dudas.
Llego el día. Era el sábado 19 de junio de 1993. Fuimos a probar sonido y ya flasheamos, porque el escenario de Acatraz era realmente grande, lo que daba enorme libertad de movimientos. Encima la batería iba en una tarima que podía subir y bajar. Y, como si los egos no tuvieran suficiente con todo eso, te filmaban, y vos te podías ver mientras tocabas, en las pantallas que daban hacia adentro del escenario. Esto era PRO, pero nada tenía que ver con Macri.
"¿Como definirían su música?", nos preguntó la señora Paz. "Nosotros hacemos grunge", fue la respuesta automática. Evidentemente no alcanzamos a percibir la cara de supina ignorancia de la dama, porque nos fuimos felices de la vida a esperar que empezara a llegar la gente. Y, para nuestra alegría, la gente comenzó a llegar en cantidad, aunque muy lejos de las hordas que habían ido al Parakultural. Ahí empezamos a aprender a distinguir la diferencia entre "hacer el aguante" y que te guste la banda. No obstante, a la hora de arrancar la primera banda, el lugar estaba hasta las manos, combinando nuestro público con el de los otros cinco participantes: Desintegración, D'Nada, Mae Imanja, Los Hijos de Shakespeare y El Eje. Había de todo allí, clásico rock nacional, dark alla Cure, rock and roll estón, metal... y nosotros. Llega nuestro turno y nuestra anfitriona nos presenta: "Y ahora con ustedes, ¡Señor de las Moscas! Estos chicos hacen... er... (intento de recordar la palabra)... una música nueva. ¡Un fuerte aplauso!". Largamos entonces con "Suicidal love". Yo lucía ya para ese entonces un look totalmente Chris Cornelliano. Léase: pelo muuuy largo, barba candado, bermudas, medias, borcegos y remera, todo en negro. Promediando el set, encima, quedé en cuero -eran los tiempos en que podía hacerlo sin pasar vergüenza- mientras le mostraba mi remera negra de Soundgarden al público, intentando que relacionaran nuestra música con aquello que nuestra anfitriona no había sabido definir. Todo mi ser clamaba por un "grunge" por parte del público. Pero lo único que conseguí fue un "¡Aguante los Chili Peppers!". De todas maneras, podíamos ver que algunos metaleros hacían headbanging al son de los riffs de Ale y la base devastadora de Nacho y el Negro. Y, mientras tanto, yo hacía de las mías. Hermano, tenía a mi disposición un escenario amplio, no pensaba quedarme quieto. Fue así como, no me cabe duda, me gané al público, particularmente el metalero, dentro de la muy heterogénea concurrencia. Más aún, cuando lancé uno de mis clásicos alaridos agudos, se escuchó un más que generoso: "¡Buena Gillan!". Cerramos con "Zero", como siempre, y antes de largar con el tema, la presenté y -para sorpresa de mis compañeros- bauticé. Es que antes de entrar, mientras esperábamos que llegara la gente y estábamos al pedo haciendo tiempo en la puerta de Acatraz, tuvimos problemas con la ley. No les agradó nuestra apariencia e instantáneamente pensaron que estábamos vendiendo sustancias. Así que nos tuvimos que comer la clásica cacheada, con pedido de documentos incluido. De hecho, nos espetaron a retirarnos, haciendo caso omiso del hecho de que tuviéramos que tocar en apenas un par de horas. La salvadora intervención del dueño de Acatraz, que justo vio la situación, hizo que nuestra tercera fecha no fuera dentro de la seccional.
Pues bien, caliente hasta la manija con el episodio, mandé: "Esta canción se llama Zero, que es el coeficiente intelectual de los tipitos de azul que están afuera". Y largamos. Hubo rugido de satisfacción del público, tanto por la contundencia del que sin dudas era nuestro hit, como por el significado del mismo. Los que no quedaron del todo complacidos fueron el Negro, Ale y Nacho. Una vez de regreso en lo del Negro, a donde fuimos a charlar sobre la fecha, antes de partir a Tabasco, los muchachos me indicaron su consternación por esa doble decisión unilateral: decretar por mi cuenta el nombre de nuestro hit, y putear a la policía en nombre de la banda. "No sos Morrison", fue la desalentadora aclaración del Negro. Sin embargo, yo planteé que no lo veía así, que el cantante tiene que hablar y que la respuesta del publico sobre al particular había sido muy positiva. La cosa quedó en tablas y optamos por no discutir al pedo, considerando que todo había salido más que bien. Mejor era empinar un par de Black Jacks y partir hacia Tabasco.
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