Monday, July 17, 2006

Grunge XV: "Breed"

Nos habían propuesto tocar en una fiesta que iba a hacer Luanda, la hermana de Dorian. Pero habíamos dicho que no, principalmente a instancias del Negro. El argumento era que todavía no estábamos afilados, aunque en realidad creo que la cosa pasaba más por cierta rivalidad entre hermanos. Cuestión que el momento parecía no llegar nunca, y uno ya estaba desesperado. Hasta que llegó. Un sábado, estábamos en medio de una pausa dentro de un ensayo, cuando sonó el timbre. Ale bajó a ver quién era y, unos diez minutos después, estaba de vuelta arriba. "Che, tenemos que tocar el sábado que viene", nos descerrajó. "¿Eh? ¿Cómo? ¿Dónde?", aullamos. "Acá enfrente", explicó Ale, "Mi vecina hace una fiesta y dice que, como siempre nos escucha ensayar, se le ocurrió que estaría bueno que tocáramos". "¿Y le dijiste que sí?", nos admiramos de la decisión unilateral de Ale. "Sí, obvio. Ya está, es una fiestita de pendejos. Tampoco nos vamos a hacer los difíciles...". La lógica insobornable de Ale fue argumento suficiente. Así que nos pusimos a armar la lista para nuestro debut.
La semana pasó lenta, interminable. Pero, aunque teníamos una ansiedad lógica, nos convencimos a nosotros mismos que esto era un precalentamiento, un debut no oficial, motivo por el cual no le diríamos a nadie sobre él. La cosa iba a ser sin testigos, fuera de los amigos de la vecina de Ale. De hecho, especulamos, nos iba a servir para ponernos a prueba pero sin asumir los riesgos que implica un debut con todas las letras, ante todos aquellos que pensábamos iban a estar cuando la cosa fuera oficial. Así que, reducido el porcentaje de nervios, nos aprestamos a demoler a nuestro primer público con una devastadora metralla de rock. El listado había sido diseñado para ir creciendo en intensidad, con un breve medley más climático que precediera el estallido final, una auténtica vorágine de distorsión. Era breve, sí, pero poderoso.
Suicidal Love
Haciendo cosas raras
Abismos
Tan Mal
El Jit
Sheep
En el Borde
Breed
Llegó el sábado y nos metimos en el cuartito de lo de Ale para un último ensayo antes de la hora de la verdad. Pasamos los temas tres veces y entonces cruzamos enfrente, para llevar los equipos y ver el lugar. Nos abrió la dueña de casa, una simpática quinceañera, acompañada por un no tan simpático padre, que nos miraba de reojo, no muy convencido de que ese grupito con aspecto de inimputables tuviera algo que ver con el cumpleaños de su hija. Es comprensible. Se trataba de un público extremadamente joven, de un perfil FM Hit, que probablemente jamás hubiera ido a un recital de rock. Bueno, nosotros pensábamos darles rock. Y eso era justamente lo que parecía no hacerle gracia al padre de nuestra anfitriona. Pero, se imaginarán, el concepto rocker estaba en las antípodas de congraciarse con un adulto quien, por definición, no entiende nada. Así que inspeccionamos el lugar y quedamos más que satisfechos. Tras la pared que impedía ver nada desde la calle, había un lindo jardín que culminaba en la galería de la casa. Íbamos a tocar en la galería, mientras el público se desparramaría por el jardín. Armamos todo de la manera más amateur que puedan imaginarse: ni soñar con retornos o con sonidista, ni siquiera hicimos prueba de sonido, y yo sacaba la voz por un amplificador de guitarra. Pero bueno, ya tendríamos todo eso en Obras.
Caímos a eso de las 23 horas, cuando ya hacía una hora que escuchábamos que la fiesta estaba en curso. El look era una cosa medio extraña, todavía en ablande. Había bermudas, pero eran de jeans rotosos, había esbozos de barbas candado, no teníamos borcegos y en su lugar lucíamos una suerte de zapatillas tipo botita que hacían las veces de. Pero estaban las trenzas del Negro, y yo me había ido con gafas negras que suscitaron algunas dudas entre mis compañeros, siendo que era de noche y no estábamos drogados, ni siquiera bebidos. Sin embargo, no estaba equivocado y generaron el efecto deseado entre nuestro público púber. Cuando entramos, nos miraban realmente como a estrellas de rock. Los ojos masculinos brillaban con admiración, los ojos femeninos con deseo contenido. ¡Y eso que todavía no habíamos empezado a rockear! Era la gloria.
Finalmente, a la media hora, nos dieron el ok. Así que fuimos a la galería, prendimos los equipos, acomodamos los volúmenes, me colgué del pie de micrófono y, evocando a mi héroe Morrison, lancé el alarido que precedió a la primera canción. Bien, el rostro del público ante ese grito primal, lanzado por un barbudo mal afeitado con gafas oscuras, fue verdaderamente indescriptible. Una mezcla de temor y espectación ante lo nuevo. Todo perfecto. Salvo el padre, por supuesto, quien miraba con cara de estar cada vez más convencido de que había cometido un gravísimo error al dejarnos entrar en su casa. Sin embargo, despachamos los dos primeros temas como si se nos fuera la vida en ello. Es decir, rápido y furioso, desordenado y ruidoso. Pero hubo aplausos y, motivado, exclamé: "¡Hola! ¡Somos Señor de las Moscas!". Debían ser unos 30 adolescentes apiñados en un tierno jardín de clase media, pero yo los multiplicaba por 10 mil... y el lugar era Wembley. Vino entonces el climático "Abismos", que pareció apaciguar al dueño de casa. Lo mismo pasó con el espanto-blues de "Tan Mal". Cuando empezaron los felices acordes poperos de "El Jit", casi que lo teníamos al tipo en un bolsillo. Pero entonces todo se desmadró. Porque llegamos a la coda punk rock de esa canción. Y seguido de ello apareció "Sheep" dueña de mis mejores alaridos, y del riff más violento de nuestro repertorio. El buen hombre, que se había sentado junto a la abuela, se puso de pie. Mientras, terminabamos "Sheep", lo ví gesticular airadamente, diciéndole algo a la cumpleañera. Y, mientras Nacho tocaba la base que iniciaba "En el borde", lo vimos entrar velozmente a la casa. Medio minuto después había apagado la llave de luz que alimentaba nuestros equipos, silenciándonos brutalmente en mitad de la canción. ¡El enrgúmeno estaba coartando el momento con el que había soñado toda mi vida! ¡El muy degenerado estaba realizando un coitus interruptus justo cuando se venía lo mejor, el desmadre total con "Breed"! Los chicos me tenían que agarrar para que no dejara huérfana a la dueña de casa ahí mismo. Y el tipo que nos explicaba que "¡cómo puede ser que toquen tan fuerte!" y "¡qué van a decir los vecinos!". Para qué. Con la vena a punto de estallarme le grito: "Esto es rock, ¿entendés? ¡Rock! ¡¿Para qué carajos nos hacés tocar, entonces?!". El pobre Ale trataba de moderar las cosas para que no naciera una enemistad eterna con sus vecinos, mientras nosotros desarmábamos todo y nos íbamos, sin plomos, ni groupies, ni siquiera con recital completo, cargando nuestras cosas hasta la casa de enfrente. Esa noche escuchamos "Breed" en Tabasco.

2 Comments:

Blogger Fede / Billie said...

¡Qué grossa la primera "fecha"!

5:45 PM

 
Blogger beto9 said...

Si solo hubieramos podido tocar "Breed". Todavía me quedo con la leche...

9:21 AM

 

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