Monday, July 03, 2006

Grunge XIII: "You gotta reach down and pick the crowd up"

El viernes, después de comprobar una vez más qué injusto es el fútbol, me armé de ganas y fui a Spika, a que me hicieran una entevista respecto a esto del cine. Una vez allí, pensé cuándo había sido la última vez que había estado en una radio en calidad de entrevistado. Y entonces recordé otro episodio crucial en la carrera de Señor de las Moscas: nuestra primera entrevista radial, hacen ya 13 años. La situación fue la clásica, un amigo de un amigo de un amigo tenía un programa de rock en una radio de Munro. Obviamente, dado el carácter amateur del emprendimiento, la cosa no les daba para entrevistar a bandas grossas. Entonces, con la inteligente excusa de bautizar una columna como "¿Qué está pasando?", podían entrevistar a bandas inexistentes y así, hablar de "lo nuevo". Claro, de esa manera también podían aparecer en el programa bandas que ni siquiera habían hecho un show en sus vidas. Como nosotros. Cuando nos propusieron ir hubo un resquemor inicial, particularmente del siempre prudente Nacho. Como imaginarán a esta altura, el imprudente por excelencia era quien escribe. Y, siempre en el marco de mis sueños de gloria, era indispensable aparecer en las radios (o en donde fuera). Que el nombre sonara desde antes de que tocáramos por primera vez, meterlo en el inconsciente colectivo para que, cuando finalmente llegara el dorado día del debut, la gente fuera a vernos aunque sea por intriga. En ese tren, diseñé la tipografía para el nombre de la banda y salimos a pintar con aerosol por Vicente López y alrededores. Además, Ale hizo unos stickers en la computadora, que pegábamos en los colectivos, al lado del timbre y sobre la puerta trasera, dos spots que era inevitable ver antes de bajar. "Señor de las Moscas. Grunge" rezaban los papelitos y pintadas.
Cuestión que decidimos aceptar la invitación y Nacho zafó, ya que el programa iba en horario laboral y se le complicaba. Nosotros, abusando de las bondades de nuestra desocupación fuimos plenamente dispuestos. Claro, había un pequeño problema: de qué carajos íbamos a hablar. No teníamos experiencia previa en otras bandas, no habíamos hecho ni siquiera una fecha con Señor de las Moscas, menos hablar de grabaciones de algún tipo. Íbamos debatiendo con los chicos al respecto, camino a la radio. Y entonces, inflé el pecho y dije: "Hagamos esto: cuando nos pregunten de las influencias de la banda, del nombre, de los conceptos musicales y artísticos, hablen ustedes. Lo demás, déjenmelo a mí". ¡Y los muy inconscientes aceptaron la propuesta!
Llegamos a la radio, nos sentaron afablemente, nos convidaron una Coca, nos explicaron la distancia a la que había que ponerse de los micrófonos y que la lucecita roja significaba que estábamos en el aire. Y largamos. Vinieron las preguntas de rigor, los chicos se explayaron sobre el grunge, Ale habló un poco de sonido y de guitarras, contaron cómo se formó la banda... Mientras tanto, yo guardaba silencio, detrás de mis gafas negras, jugando al cantante enigmático. Entonces llegó la pregunta aterradora: "¿Cuándo tocan?". Y fue entonces cuando abrí la boca para, descaradamente, afirmar: "Estuvimos tocando mucho en la costa, en el verano. Ahora decidimos parar un tiempito para laburar sobre los temas nuevos y elegir los que vamos a grabar. Pero la idea es hacer algunas fechas a partir de abril, mientras terminamos de grabar. Entonces saldremos a mover el disco, con todo y por todas partes". Tras disparar semejante buzón sin que se me moviera un pelo regresé a mi mutismo, mientras los chicos no sabían muy bien qué cara poner. Cuestión que salimos de la radio en el polo opuesto al que habíamos entrado: no eramos una banda inexistente, eramos esa banda que seguramente habías visto en algún lugar de la costa -cómo yo no había especificado dónde, el que no nos había visto era porque había estado en otra playa- y que ahora estaba editando su largo set de canciones para grabar el disco con el que dominaría el mundo. Eramos esa banda que había que ver. Lo único que había hecho era enunciar como hechos concretos lo que era una expresión de deseo. Pero, con esas declaraciones -estimaba yo- nos habíamos colocado en el mundo de lo que existe, habíamos salido de la oscuridad, del no ser, para ponernos en el compromiso de hacer todo lo que yo había afirmado como hecho. Así se lo expliqué a los chicos, mientras volvíamos. Y, si bien, dentro de la radio habían sentido un impulso asesino que me tenía como destinatario, luego lo pensaron mejor y se dijeron que no estaba tan mal. La frase de "Reach Down", la canción de Temple of the Dog, que le da título a este capítulo era contundente: uno no podía esperar que los fans vinieran a uno, uno tenía que ir a por ellos, levantarlos, y hacerlos multitud.

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