Grunge XVI: "Take me to the stage, it brings me home again..."
Después de nuestra bizarra experiencia en la fiestita quinceañera, habíamos quedado cebados, más cebados que nunca. Tanto que empezamos a ensayar más aún, no solo despachábamos sábados o domingos enteros en lo de Ale, también empezamos a alquilar una sala entre semana. Los covers fueron reemplazados, con lo que jamás pude sacarme la espina de tocar "Breed" en vivo. En su lugar, apareció "Evenflow" de Pearl Jam y, por pedido especial de Ale, "Haciendo cosas raras" fue historia, dándole pie a "Ain't talking 'bout love" de Van Halen, banda favorita de nuestro axe hero.
Y además, apareció "Zero". Sí, sí, tres años antes de que los Pumpkins sacaran "Mellon Collie and the Infinite Sadness", nuestro mejor tema se llamaba igualito que uno de los mejores de ellos. "Zero" era la más acabada de nuestras canciones, con riffs poderosos, ritmos cambiantes y complejos, y una melodía interesante, de dinámicas que viraban de lo hipnótico a lo explosivo. Es quizás el único tema de la banda que aún hoy puedo considerar realmente bueno, el clásico hit que toda bandita tiene. Porque es así, hasta la banda más improbable logra generalmente crear una canción respetable. Y ese es el gran triunfo del amateurismo musical, que merecería ser recopilado por alguien armado de paciencia infinita, pero también de sabiduría para entender cuánto amor y dedicación hay en ese tema único, ese espasmo de perfección, que nos regala cada pequeña bandita de cada rincón del mundo. Pues bien, con "Zero" habíamos alcanzado nuestra máxima expresión y de hecho contaba con la mejor letra que yo hubiera escrito a la fecha. Ojo, no esperen gran cosa, pero para mí era lo más logrado líricamente hasta ahí. Recuerdo que empezaba así:
"Huelo su dolor, siento su temor/lo que llaman anormal es solo otra realidad". Era una suerte de diatriba adolescente sobre sentirse distinto -y solo, en consecuencia- y que cuestionaba la mente cerrada de los adultos, de allí el concepto que le daba título a la canción. Nada nuevo bajo el sol, es cierto. Pero sí para mí, era mi oportunidad de expresar directamente y a través del medio que amaba, los sentimientos que me habían atenazado durante los últimos 7 años.
Bien, armados de este nuevo y poderoso repertorio, decidimos que era hora de una revancha y de hacer un debut como la gente. Y empezamos a buscar y a buscar. Sin embargo, una vez más, la solución llegaría de la mano de Fede. Es que nosotros estábamos demasiado en bolas. Realmente desconocíamos cómo funcionaba el mundo del rock, a quién había que ver, qué arreglo era bueno (nos faltaban años para saber que no existe tal cosa en la Argentina), cuáles eran buenos lugares para tocar, cómo se promocionaba un recital... Pero teníamos una verdadera banda de entusiastas colaboradores, algunos de ellos con el know how mínimo indispensable. Fede era el principal de ellos. Él ya había tocado muchas veces, tenía una banda armada, con la que rockeaba desde el '92.
Recuerdo, de hecho, que fui a verlo en su debut a un boliche... exactamente encima de Tabasco. Recuerdo que era agosto del '92 y tocaron "Heroin" de Sumo, canción que yo amaba. Me recuerdo a mí mismo, al lado del baño, colgado del teléfono público, pidiéndole entre lágrimas a Astrid que viniera, que la necesitaba, que si compartíamos un rato como ese juntos, todo volvería a ser como antes -ahora me doy cuenta que esa improbable idea nació de que conocí a Astrid en un recital de Memphis La Blusera- y ella ratificándome que no, que eso solo nos iba a lastimar a los dos, que ella se volvía a Estados Unidos en apenas una semana.
Pero ahora estábamos en abril de 1993 y parecía que habían pasado años de eso. El tiempo corre distinto cuando uno tiene veinte años. La banda de Fede se llamaba Scherzo, nombre que a mí no me gustaba y que -a mi juicio- no pegaba con la música que hacían en aquel momento. En esos tiempos la formación de Scherzo era muy particular: estaba Fede en teclado y coros, Morris en batería, un bajista cuyo nombre no recuerdo pero cuyos movimientos espasmódicos le daban un toque bizarro al grupo, y estaba El Yanqui, en voz y guitarra que, como su nombre lo indica, venía de allá arriba. El combo era extraño ya que los dos principales compositores tenían influencias diametralmente opuestas. Mientras Fede tenía un formación clásica, le gustaban los Beatles, The Police, y algunas bandas de rock progresivo, además de lo más tradicional del rock nacional; el Yanqui era un cultor de la música alternativa norteamericana de los 80's, siendo Faith No More su banda paradigmática. Sin embargo, el resultado era muy interesante. El Yanqui tenía buena voz, además, con un timbre cercano a Ceratti, pero con capacidad de llegar más arriba. Entonces hacían algo que era una suerte de metal-funk-pop-progresivo, que alternaba letras en inglés y castellano. Era poderoso, arriesgado y tenían buenas canciones. Al menos eso es lo que recuerdo. Yo los iba a ver constantemente, no solo para hacerle el aguante a Fede, sino para aprender cómo hace carrera una banda nueva.
Además estaba la gente de la Facultad, gente que nos hacía el aguante de verdad, especialmente dos amigas llamadas Mariana y Carolina. Mariana nos daba apoyo moral y le ponía pilas a la cuestión prensa, especialmente entre sus amistades, que no eran pocas, mientras que Carolina -quien terminaría haciéndose conocida durante la guerra de Irak al escribir un blog desde allí mismo- nos daba apoyo ideológico, ya que era lo que se dice una rocker hecha y derecha.
Cuestión que Fede nos dio el empujoncito que necesitábamos al proponernos armar una fecha juntos. No tardamos ni medio segundo en aceptar, y empezamos las reuniones para ponernos de acuerdo sobre la fecha. Había que decidir el día, si iba a haber otra banda, quién tocaba primero, cuánto tiempo tocaba cada banda, cómo íbamos a hacer con las entradas, quién ponía qué equipos y un largo e interminable etcétera que, entonces aprendí, siempre tiene lugar cuando uno arma una fecha conjunta. Afortunadamente, lo que sobraba era buena onda, al punto que llegamos a barajar la posibilidad de hacer un tema fusionando ambas bandas. El elegido era "Midlife Crisis" de Faith No More, pero la idea quedó en nada, ya que era imposible combinar horarios para ensayarlo. Poco después postulé hacer una canción de Mother Love Bone ("Man of Golden Words") que solíamos tocar Fede y yo, en piano y voz, como un interludio entre ambas bandas. Pero a los chicos no les cerró mucho, sentían que era como cortarme solo. Así que no pudo ser.
Había que buscar el lugar y, a partir de la sugerencia de alguien -ya no recuerdo quién-, fuimos con el Negro a San Telmo y terminamos sacando una fecha para el 21 de mayo de 1993, en el Parakultural. ¡Era la gloria, viejo, la gloria! Ahí habían tocado Sumo y los Redondos, entre otros próceres. Estábamos cebadísimos. Nosotros íbamos a abrile a Scherzo, quien a su vez le abriría a dos ascendientes bandas under: Suárez y Resonantes. Empezamos entonces a correr la voz, a decirle a todo ser humano sobre la faz de la tierra, a mandar la información al Sí de Clarín, al No de Página 12 y a la Revista 13/20, tres de los pocos espacios que habían en aquel entonces para anunciar este tipo de eventos. Las huestes crecían: mi hermana y sus amigas, mi hermano y sus amigos, mis compañeros de Facultad, sus amigos, los amigos del colegio de Ale, el Negro y Nacho, las amistades de las hermanas de Ale, mis amistades. Las entradas volaban a ritmo vertiginoso y, anonadados, veíamos que nuestro público iba arrimando a las 300 personas. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya era viernes 21.
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