Wednesday, October 25, 2006

Grunge XXIV: "Wish I was ocean size..."

Tabasco se ponía cada vez más extremo. Muy atrás habían quedado los tiempos en los que se podía llegar a escuchar rock alternativo inglés, o bandas nacionales como Divididos, Los Brujos o Babasónicos. Ahora todo era grunge, metal y rap metal. Las entradas ya estaban en precios irrisorios... para los que pagaban, porque los habitués entrábamos gratis. Era hermoso, aunque en la Argentina menemista y neo liberal, era una garantía de fracaso comercial. A eso se sumó que a los recoletos vecinos no les simpatizaba ni la apariencia de los concurrentes, ni el tipo y volúmen de la música, lo que redundaba en la frecuente aparición de los represetantes de la ley y/o Sadaic, en busca de la cometa pertinente. Claro, a pesar de todo ello, una vez que las puertas se cerraban, adentro era una fiesta, un ritual al que nada parecía capaz de vulnerar. Eramos felices allí dentro, donde el tiempo se suspendía y todo parecía ser para siempre. Así que imaginen lo glorioso que fue enterarnos no sólo de que pensaban empezar a hacer recitales allí, sino que nosotros eramos la banda elegida para ser la primera en tocar en Tabasco.
Llegamos a la ocasión excitados como pocas veces. Estábamos convencidos que en ningún otro lugar íbamos a tener una oportunidad tan clara de acceder directamente al público al que apuntábamos. Si teníamos una buena noche, quizás podríamos convertirnos en la banda estable de Tabasco y, quien te dice, tener una fecha allí todos los meses. De hecho, si los conquistábamos, nos asegurábamos una base estable de por lo menos cien fans. Ergo, sabíamos que la teníamos que romper, no cabía otra opción.
Los problemas, o el problema, empezaron en la prueba de sonido. Allí estábamos, era sábado por la tarde, y tras armar el escenario, nos pusimos a probar. Habían ido Agustina y Montse, también estaba el -a esa altura- fan incondicional y amigo, Mariano, y un par de personajes más. Y estaba Sebas. Sebas, les recuerdo, era aquel bajista y amigo de mi hermano, que me había recomendado a Nacho. Era su profesor y mentor, y había asistido a la prueba de sonido en calidad de tal, para brindarle apoyo moral y técnico a su discípulo. Pues bien, Sebas era un gran tipo y mejor bajista, aunque padecía de un grave defecto: se la creía. Por ende, acostumbraba a mirar con ojo crítico la producción artística ajena, enalteciendo la propia a niveles que estaban lejos de la realidad. Y, peor aún, estilaba a hacer chistes pesados sobre toda banda, canción, puesta en escena, etcétera, de cualquiera que no fuera él. Cuestión que aquel día decidió tomarme de punto. Fue así que, mientras nosotros estábamos probando, él se sentó lánguidamente enfrente, y empezó a chicanearme, sosteniendo que yo la jugaba de Morrison. Para luego, taparse la nariz e imitarme, ironizando sobre lo nasal de mi registro. Una mezcla de rabia e inseguridad me embargaron, mientras seguía ahí arriba escuchando sus chistes ácidos. Ale se me acercó y me dijo al oído: "¿Por qué no bajás y le partís la jeta?". Pero me abstuve, aunque todo mi instinto asesino me impulsaba a bajar del escenario y meterle el micrófono, con su pie, de supositorio. "Dejalo, es un pobre pelotudo", le dije a Ale. No pensaba dejar que la imbecilidad de Sebas me arruinara la noche de mi vida. Así que, haciendo oídos sordos, me concentré en la prueba de sonido.
Esa noche, Tabasco estaba hasta las pelotas, como hacía rato no ocurría. Descargamos parte de la ansiedad en la pista, ya que la idea era que pasaban música hasta las 3 de la mañana, y entonces largábamos nosotros. Hasta que llegó el momento. Subimos al escenario y todos nos miraban sorprendidos de que los que iban a tocar fueran esos mismos tipos a los que veían poguear desde hacía meses. Largamos con "Abismos", algo que no era habitual, pero queríamos generar una introducción más climática. Tras lo cual despachamos "Suicidal love", seguido de "En el Borde". Habíamos dejado afuera "El Jit" y "Tan Mal", ya que no pegaban demasiado con lo que queríamos hacer. A esa altura, alguna gente parecía copada con lo que estaba viendo, mientras que los no demasiado interesados se quedaban al fondo. Pero había una masa importante delante del escenario, que se volvió loca cuando largamos con "Evenflow". Estábamos en nuestra salsa: la gente pogueaba frente al escenario, Mariano colaboró subiéndose y cantando a coro, y yo me colgué de una viga, cual Vedder vernáculo. Dos flacos, totalmente borrachos, gritaban como si estuvieran viendo a Pearl Jam, mientras una colorada de ojos verdes me clavaba una mirada que prometía todo lo que yo pudiera imaginar y más. Atacamos con "Sheep" y, a continuación, pegamos dos covers de Alice In Chains: "Angry Chair" y "Ain't like that", para cerrar un set tan breve como devastador con "Zero", nuestro gana fans por excelencia. El apoteótico final incluyó abrazos con muchachos que hedían a alcohol, pero inmejorablemente intencionados: nos prometían "seguirnos a todas partes", nos definían como "grosos, loco, grosos". La colorada esperó a que Agustina se fuera -en aquel momento se hallaba bajo restricción horaria, al menos hasta que mostrara cierto rumbo en sus estudios- para tirarme lisa y llanamente todos los galgos. Me di el lujo de rechazar las mieles de la rock star way of life en virtud de mi fidelidad innata. Fue una noche gloriosa y, mientras duró, me olvidé por completo de Sebastián y su sorna. Esa noche... esa noche fui del tamaño del océano.

Friday, October 20, 2006

Grunge XXIII: "I'm lookin' California, and feeling Minessotta"

Algo empezó a resquebrajarse cuando fuimos a grabar al estudio. Es elemental señalar que era un estudio realmente bueno, sobretodo considerando nuestras magras finanzas. Por ende, teníamos que ponernos las pilas para aprovechar al máximo el tiempo y tratar de sacarle el jugo a cada hora. Hacíamos camino al andar, aprendiendo en el proceso. Debí empezar a sospechar algo cuando una de las canciones elegidas para grabar fue "Abismos". Digamoslo así: si vas a grabar cuatro canciones, y una de ellas es instrumental, tenés que ponerte a pensar. No me iba a paranoiquear porque le pusiéramos mucha cámara a mi voz, por ejemplo, ya que lo consideraba lógico. Tampoco porque dobláramos la voz. Para nada. Pero el Negro fue muy directo: "Albert, tenés que tratar de mantener la misma energía durante toda la línea vocal. Arrancás al palo, pero te quedás sin aire y no podés rematar la nota con la misma potencia. Además, a la voz le falta más cuerpo". Contundente. Porque nada de lo que se me estaba pidiendo, podía ser hecho sin haber estudiado canto. Era la cruel realidad: yo no podía dominar mi voz ni sabía cómo hacerlo. Lo mío era pura pasión, pero no sabía regular el aire, ni abrir la garganta, ni impostar la voz, ni utilizar los músculos de la cara, ni crear una caja de resonancia para la voz. En síntesis: no sabía cantar. Y, a la hora de grabar en serio, eso se volvía muy perceptible. Había demasiado distancia entre el sonido de la banda y el de mi voz. A pesar de todo, le dimos para adelante y grabamos nuestro ansiado demo. Lógicamente, con todo el laburo que le pusimos a la voz desde el estudio, sumado a todo mi esfuerzo por cantar lo más atildadamente posible, logramos que el resultado final fuera más que decente. Aún hoy puedo escuchar el demo sin sentir vergüenza de ningún tipo por mi producción vocal. Pero claro, eso es una cosa. Otra muy distinta era que el demo te partiera la cabeza, que era lo que había imaginado en mis sueños afiebrados. Mi voz hacía que fuéramos una banda más. Cuando escucho cantar a Dargelos me remite exactamente a eso: la voz no está al nivel de la música. Claro, Dargelos supo hacer del defecto, virtud. Se la bancó, dijo "yo canto así", y terminó dándole a la banda una identidad propia, para la cual esa voz es esencial. Yo no supe hacer eso, no supe venderles ese caramelo a mis compañeros de banda. Y en lugar de eso, me encontré en un problema. ¿Tenía que ponerme a estudiar canto, entonces? ¿Y el costado punk? Yo dudaba seriamente que Kurt hubiera tomado siquiera media lección de canto. Para colmo, mi feliz etapa como desocupado -ergo, como rocker full time- había llegado a su fin: había enganchado un laburo, que sumado a la facultad, los parciales -que empezaban justo por esa época del año- y mi noviazgo de un mes de vida, hacían que el tiempo no estubiera precisamente de mi lado. Comenzó a partir de ese día una presión que fue creciendo con el tiempo y de la que no necesariamente eran responsables mis compañeros de banda. Me la metía yo mismo, atrapado en la disyuntiva, tratando de encontrar una solución que no veía posible, al menos con la urgencia que nuestro camino al Olimpo rockero requería. Aquel día algo comenzó a resquebrajarse. Algo parecido a la magia...