Wednesday, November 22, 2006

Grunge XXVI: "So I made a big mistake, try to see it once my way"

El martes posterior al desastre en Adianchi, fuimos a ensayar como siempre. O mejor dicho, no precisamente como siempre. Había un clima extraño, había demasiado silencio entre tema y tema. Nos limitamos a pasar las canciones robóticamente, como para cumplir, y luego nos fuimos a San Cayetano, como solíamos hacer después de los ensayos. Bien, una vez instalados allí, con la birra y las fritas a la provenzal sobre la mesa, y tras hablar de minas, fútbol y otras minucias, el Negro cortó la amena conversación con un "tenemos que hablar del otro día". La verdad era que no me sobraban ganas de evocar una jornada tan poco propicia, pero bueno, para eso eramos una banda. El tema fue que la cuestión no se centró tanto en el colapso del escenario, ni tampoco en el pésimo sonido, ni en la actitud del sonidista. La cuestión se centró en mi reacción. A los muchachos -y si ustedes los conocieran personalmente, comprenderían: son menos violentos que Gandhi, Martin Luther King y la Madre Teresa juntos- no les había causado ni un poquito de gracia mi intempestiva reacción, por más justificada que pudieran encontrar mi calentura. De hecho, señalaban no sin razón, ellos también habían sufrido las consecuencias de la debacle sonora y estructural, pero se habían abstenido de perpetrar actos violentos. Y yo, amigos y vecinos, ¿qué creen que hice ante este planteo? ¿Razonar, percatarme de lo acertado del reclamo y pedir disculpas? Por supuesto que no. Me limité a guardar un ofuscado silencio, mientras sentía que era injustamente vilipendiado. Apenas murmuré algún: "No sé, para mí el sonidista era un pelotudo. Nos estaba cagando el recital...". Pero no terminó ahí la cosa. Porque casi de inmediato me descerrajaron una peor: "Che Albert, mirá estuvimos hablando..." ("¿Hablando? ¿A mis espaldas?")* "La verdad es que creemos que tenés que tomar clases de canto..." ("¡Uffff! ¡Otra vez con eso!") "... porque el tema de que te calientes en un show se banca, pero la verdad es que la banda no está sonando lo que podría y tampoco podemos probar determinadas cosas por el tema de la voz" ("¡Epa! La cosa viene en serio...") "Nosotros estamos dispuestos a hacerte el aguante mientras estudiás canto. Podemos seguir tocando juntos mientras vos estudiás. Y mientras vas a ir mejorando..." ("¡Ah buena onda! ¿Podré? Porque tengo el laburo, la facultad, los parciales, Agustina...") "Pero hay algo seguro: si no estudiás canto, no vamos a poder seguir tocando juntos" ("¡¡¡¡Penal!!!!") "No sé, pensalo. A nosotros no nos gustaría que te vayas...".
Regresé a casa, en silencio, masticando la situación. Hoy, 15 años después, me doy cuenta de que era absurdo, pero para mí algo se había quebrado. No pude bancarme que no me bancaran así, como venía de fábrica. No pude tener la sabiduría sufciente para darme cuenta de que no solo era perfectamente lógico lo que me planteaban, sino que además ellos querían que me quede, y además estaban dispuestos a bancarme mientras yo estudiaba canto. Pero ahí venía un detalle fundamental, porque yo sentía que no daba abasto, sentía que entrando a la facultad a la mañana, yendo a laburar después, y volviendo a casa para estudiar y viendo a Agustina, mis horas volaban y apenas me cerraban los tiempos para ensayar. ¿Cómo podría además estudiar y practicar canto? No, los tiempos no cerraban. Eso bastaba para tener la respuesta. La respuesta fue no.

* Para quien no le quedó claro: lo que está entre paréntesis era lo que yo pensaba a medida que escuchaba el breve monólogo de mis amigos.

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