Saturday, March 08, 2008

El padre de todos los pasos, la madre de todas las batallas


Mi primer contacto con Iron Maiden fue allá por 1983. Yo tenía 13 años y escuchaba cosas como los Beatles y Pink Floyd, por herencia familiar, "Thriller" de Michel Jackson porque era el disco del momento, y otras cosas que surgían de la radio. Pero no tenía ni la más remota idea de lo que era el heavy metal. Un día, fui a lo de un compañero del colegio, chileno él, y entré al cuarto del hermano. En la pared había un poster gigantesco en el que una suerte de zombie aterrador, vestido con un uniforme inglés de caballería, sostenía en una mano una bandera destrozada, y en la otra una espada ensangrentada. "Iron Maiden" se leía arriba, en una tipografía que tenía mucho de germánico, y abajo, unas letras rojas rezaban "The Trooper". "¡Uau!", pensé en ese momento, pero no me atreví a más. Todavía era muy pendejo.
Tres años después, ya no lo era tanto. Y entonces cayó a mis manos otro disco. En el que el mismo zombie brotaba de una tumba, energizado por un rayo preternatural. "Live after death" decía esta vez. Sería escucharlo para saber que estaba ante el mejor disco en vivo de la historia. Entonces iniciaríamos una cofradía de cultores de Maiden junto a mis amigos Matías y Mele. Lógicamente que compraríamos los discos pertinentes, pero antes de hacerlo escucharíamos "Live after Death" hasta saber cada nota, cada grito de Dickinson, cada rugido del público. Y desearíamos una y otra vez haber podido estar en Long Beach y ver ese recital de antología.
Pues bien, 23 años después, el sueño se hizo realidad. Mele no estaba ahí para presenciarlo -vive en México-, tampoco estaba otro cuya presencia se imponía (Agustín, mi hermano en el rock, actualmente en París). Pero me tomé la libertad de invitar a Matías y también a mi primo Hernán, otro gran amante de Maiden con quien había ido a verlo las últimas dos veces.
Llegamos a Ferro y nos encontramos con la desorganización pertinente, traducida en una sola cola para que entraran 30 mil tipos. Sin embargo, tras caminar cuatro cuadras hacia atrás, doblar en una esquina y hacer otras tres cuadras, llegamos a las vías que pasan detrás de la cancha de Ferro, a un baldío siniestro (digamoslo suavemente) en el que unos chaboncitos fumaban paco y miraban la cola con ganas de hacer una redada de billeteras, apenas desalentados por el importante número de huestes metaleras que hubieran hecho complejo el emprendimiento. De todas maneras, no estuvo de más el comentario de Matías: "Te la regalo ser los últimos de esta fila".
Cuestión que, afortundamente, la cola avanzó rápido. Fuimos testigos de hermosas postales de la iconografía más paradigmática del heavy metal: todos los estereotipos estaban allí, juntos y listos para dar un paso en la batalla, paso que no sería uno más, sino el definitivo. Otra postal memorable fue la de la pila -nos llegaba a la cintura- de parafernalia metalera -CUERO Y METAL- confiscada a las huestes por unos poco comprensivos personajes de seguridad: el último sol de la tarde le sacaba destellos a las tachas de los cinturones y muñequeras apiladas. Los héroes no podrían regresar con ellas o sobre ellas.
Una vez dentro, fuimos tratados a una suerte de Avril Lavigne metalera por la banda de la hija de Steve Harris. Nuestro respeto al héroe del bajo impidió presenciar escenas de sana intolerancia. Finalizado el innecesario set, se apagaron las luces y se prendió la máquina del tiempo. Bastó ver aparecer un Spitfire en las pantallas, para saber con qué iban a largar. Y entonces Churchill empezó con "We shall go on to the end, we shall fight in France, we shall fight on the seas and oceans, we shall fight with growing confidence and growing strength in the air, we shall defend our Island, whatever the cost may be, we shall fight on the beaches, we shall fight on the landing grounds, we shall fight in the fields and in the streets, we shall fight in the hills; ¡we shall never surrender!"... y nosotros con el delirio.
Churchill no había terminado de hablar y yo les dije a Matías y Hernán: "Muchachos, lo siento pero me voy adelante. Nos vemos en el auto". Y como un desaforado me sumergí en la marea humana, intentando aproximarme a ese escenario en el que la banda ya atacaba con "Aces high". Para cuando "Two minutes to midnight" nos confirmaba que se venía una reproducción exacta de "Live after death", ya estaba a diez metros de un escenario que lucía tan egipcio como hace 25 años, con un Eddie faraón de fondo, flanqueado por el Eddie cyborg de "Somewhere in time" y por el Eddie de "Seventh son of a seventh son". Llegó la hora de "Revelations" y yo ahí adelante, sin poder creer que fuera cierto, que no me iban a cagar, que a estos tipos realmente les interesa darle felicidad a sus fans, entregándoles eso que soñaron escuchar durante más de veinte años. Y, como para que no nos quedaran dudas, el propio Bruce -enorme Bruce, con su prodigiosa voz intacta- nos lo confirmó, anunciándonos que iban a tocar "Live after death" y "un par de cositas más".
Entonces, el telón del escenario se corrió, dando lugar a uno nuevo, en el que aparecía aquel poster que había visto 25 años atrás en la casa de un flaco chileno. Solo que un cuarto de siglo después "The Trooper" es uno de mis cuatro temas favoritos de Iron Maiden. Enloquecido, aullé ese coro sin letra, intentando que ese momento glorioso no fuera arruinado por los pelotudos que gritaban "¡Argentina, Argentina!" o que le tiraban cosas a Dickinson cuando, vestido con el uniforme pertinente, sostenía una destrozada Union Jack.
Pero claro, yo estaba ahí por un motivo esencial, soñando con escuchar una canción en particular, por eso cuando el telón volvió a cambiar, esta vez en versión cubierta de barco fantsma, y Bruce dijo "This is what not to do if a bird shits on you", empecé a gritar como un desaforado. Evidentemente quienes estaban a mi alrededor no habían entendido lo que se venía, ya que no reaccionaron de la misma forma. Claro que en cuanto largaron con "The Ryhme of the Ancient Mariner" se desató la locura absoluta en Ferro. ¿Cómo explicar la grositud de ese momento? Imposible, tendrías que haber estado allí. Tendrías que haber visto las caras de esas huestes metaleras en pleno orgasmo simultáneo y masivo. Tendrían que inventar una palabra nueva para definir ese momento. A ver, para el que no entienda: mi canción favorita de Maiden -y de muchos otros- tocada por primera vez en por lo menos veinte años. Punto.
Pero la banda estaba decidida a no darnos respiro, entonces todos sabíamos que venían "Powerslave" y "The number of the beast". Y vinieron nomás, con el campo entero delirando en un mosh de proporciones pantagruélicas. Finalizadas ambas joyas y mientras sonaba "Heaven can wait" (canción de Somewhere in time" que nunca me emocionó demasiado), quien suscribe acusó sus casi cuarenta años de edad, y emprendió un prudente retroceso, en busca de un breve descanso que me permitiera afrontar el glorioso final con las energías pertinentes. Porque es cierto, se sucedieron clásicos como "Run to the hills", "Can I play with madness", "Iron Maiden", o "Moon child"; también es cierto que sonó "Fear of the dark", el mejor tema del disco homónimo. Pero lo que yo quería eran los dos integrantes que faltaban a mi Top 5 de canciones de Maiden (siendo las otras tres "Rhyme of the ancient mariner", "The trooper" y "Number of the beast") que llegaron para la apoteósis final de una noche perfecta: "The clairovyant" y "Hallowed be thy name". Para ese entonces todas mis ansias de heavy metal habían sido saciadas. Los científicos dicen que es imposible viajar en el tiempo. Los que estuvimos en Ferro el 7 de marzo de 2008 sabemos que no es verdad.

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6 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Magistral comentario. Espero el 2 de julio...

7:29 AM

 
Blogger beto9 said...

Gracias querido. Estuviste presente espiritualmente, qué duda cabe. Andá dejándote las chapas, las vas a necesitar.

9:36 AM

 
Anonymous Anonymous said...

Incríble comentario hermano. A medida que lo iba leyendo recordaba y se me ponía la piel de gallina. Yo estuve ahí. Cuando escuché los Spitfire lloré. Cuando tocaron Hallowed by thy name sentí alegría, rabia, nostalgia porque nunca se va a reptir ese momento, pero bueno, como dice el dicho: si breve y bueno dos veces bueno. Te repito INCREÍBLE COMENTARIO! Un abrazo. JMY de Diamante, Entre Ríos.

6:26 PM

 
Blogger beto9 said...

Nunca se va a repetir, es cierto. Pero nosotros estuvimos ahí, y eso no nos lo quita nadie. Abrazo.

6:54 AM

 
Blogger fedefer said...

Aunque Iron Maiden no está entre mis preferencias (vendrían a ser algo así como Yes para vos), suena como un concierto al que me habría gustado ir. No sé porque pero me re veo delirando con un Run To The Hills. La referencia previa a Rhyme of the Ancient Marriner es bastante clara si uno sabe la letra del tema, que es la recreación de un poema épico de Samuel Taylor Coleridge. Mi anécdota es que cuando mi vieja, que es profesora de literatura inglesa, dio este poema en clase, lo matizó con la versión de Iron Maiden!!! Y lo más gracioso es que LE ENCANTÓ EL TEMA! (a mí no tanto, se me hace largo y le falta color).

Un abrazo.

12:16 PM

 
Blogger beto9 said...

¡Ja ja ja! ¡Qué MAESTRA tu vieja! Me hubiera encantado tenerla de profesora en vez de los bajones que me enseñaron inglés. ¡Abrazo!

7:13 AM

 

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