Tuesday, July 25, 2006

Grunge XVI: "Take me to the stage, it brings me home again..."

Después de nuestra bizarra experiencia en la fiestita quinceañera, habíamos quedado cebados, más cebados que nunca. Tanto que empezamos a ensayar más aún, no solo despachábamos sábados o domingos enteros en lo de Ale, también empezamos a alquilar una sala entre semana. Los covers fueron reemplazados, con lo que jamás pude sacarme la espina de tocar "Breed" en vivo. En su lugar, apareció "Evenflow" de Pearl Jam y, por pedido especial de Ale, "Haciendo cosas raras" fue historia, dándole pie a "Ain't talking 'bout love" de Van Halen, banda favorita de nuestro axe hero.
Y además, apareció "Zero". Sí, sí, tres años antes de que los Pumpkins sacaran "Mellon Collie and the Infinite Sadness", nuestro mejor tema se llamaba igualito que uno de los mejores de ellos. "Zero" era la más acabada de nuestras canciones, con riffs poderosos, ritmos cambiantes y complejos, y una melodía interesante, de dinámicas que viraban de lo hipnótico a lo explosivo. Es quizás el único tema de la banda que aún hoy puedo considerar realmente bueno, el clásico hit que toda bandita tiene. Porque es así, hasta la banda más improbable logra generalmente crear una canción respetable. Y ese es el gran triunfo del amateurismo musical, que merecería ser recopilado por alguien armado de paciencia infinita, pero también de sabiduría para entender cuánto amor y dedicación hay en ese tema único, ese espasmo de perfección, que nos regala cada pequeña bandita de cada rincón del mundo. Pues bien, con "Zero" habíamos alcanzado nuestra máxima expresión y de hecho contaba con la mejor letra que yo hubiera escrito a la fecha. Ojo, no esperen gran cosa, pero para mí era lo más logrado líricamente hasta ahí. Recuerdo que empezaba así:
"Huelo su dolor, siento su temor/lo que llaman anormal es solo otra realidad". Era una suerte de diatriba adolescente sobre sentirse distinto -y solo, en consecuencia- y que cuestionaba la mente cerrada de los adultos, de allí el concepto que le daba título a la canción. Nada nuevo bajo el sol, es cierto. Pero sí para mí, era mi oportunidad de expresar directamente y a través del medio que amaba, los sentimientos que me habían atenazado durante los últimos 7 años.
Bien, armados de este nuevo y poderoso repertorio, decidimos que era hora de una revancha y de hacer un debut como la gente. Y empezamos a buscar y a buscar. Sin embargo, una vez más, la solución llegaría de la mano de Fede. Es que nosotros estábamos demasiado en bolas. Realmente desconocíamos cómo funcionaba el mundo del rock, a quién había que ver, qué arreglo era bueno (nos faltaban años para saber que no existe tal cosa en la Argentina), cuáles eran buenos lugares para tocar, cómo se promocionaba un recital... Pero teníamos una verdadera banda de entusiastas colaboradores, algunos de ellos con el know how mínimo indispensable. Fede era el principal de ellos. Él ya había tocado muchas veces, tenía una banda armada, con la que rockeaba desde el '92.

Recuerdo, de hecho, que fui a verlo en su debut a un boliche... exactamente encima de Tabasco. Recuerdo que era agosto del '92 y tocaron "Heroin" de Sumo, canción que yo amaba. Me recuerdo a mí mismo, al lado del baño, colgado del teléfono público, pidiéndole entre lágrimas a Astrid que viniera, que la necesitaba, que si compartíamos un rato como ese juntos, todo volvería a ser como antes -ahora me doy cuenta que esa improbable idea nació de que conocí a Astrid en un recital de Memphis La Blusera- y ella ratificándome que no, que eso solo nos iba a lastimar a los dos, que ella se volvía a Estados Unidos en apenas una semana.

Pero ahora estábamos en abril de 1993 y parecía que habían pasado años de eso. El tiempo corre distinto cuando uno tiene veinte años. La banda de Fede se llamaba Scherzo, nombre que a mí no me gustaba y que -a mi juicio- no pegaba con la música que hacían en aquel momento. En esos tiempos la formación de Scherzo era muy particular: estaba Fede en teclado y coros, Morris en batería, un bajista cuyo nombre no recuerdo pero cuyos movimientos espasmódicos le daban un toque bizarro al grupo, y estaba El Yanqui, en voz y guitarra que, como su nombre lo indica, venía de allá arriba. El combo era extraño ya que los dos principales compositores tenían influencias diametralmente opuestas. Mientras Fede tenía un formación clásica, le gustaban los Beatles, The Police, y algunas bandas de rock progresivo, además de lo más tradicional del rock nacional; el Yanqui era un cultor de la música alternativa norteamericana de los 80's, siendo Faith No More su banda paradigmática. Sin embargo, el resultado era muy interesante. El Yanqui tenía buena voz, además, con un timbre cercano a Ceratti, pero con capacidad de llegar más arriba. Entonces hacían algo que era una suerte de metal-funk-pop-progresivo, que alternaba letras en inglés y castellano. Era poderoso, arriesgado y tenían buenas canciones. Al menos eso es lo que recuerdo. Yo los iba a ver constantemente, no solo para hacerle el aguante a Fede, sino para aprender cómo hace carrera una banda nueva.
Además estaba la gente de la Facultad, gente que nos hacía el aguante de verdad, especialmente dos amigas llamadas Mariana y Carolina. Mariana nos daba apoyo moral y le ponía pilas a la cuestión prensa, especialmente entre sus amistades, que no eran pocas, mientras que Carolina -quien terminaría haciéndose conocida durante la guerra de Irak al escribir un blog desde allí mismo- nos daba apoyo ideológico, ya que era lo que se dice una rocker hecha y derecha.
Cuestión que Fede nos dio el empujoncito que necesitábamos al proponernos armar una fecha juntos. No tardamos ni medio segundo en aceptar, y empezamos las reuniones para ponernos de acuerdo sobre la fecha. Había que decidir el día, si iba a haber otra banda, quién tocaba primero, cuánto tiempo tocaba cada banda, cómo íbamos a hacer con las entradas, quién ponía qué equipos y un largo e interminable etcétera que, entonces aprendí, siempre tiene lugar cuando uno arma una fecha conjunta. Afortunadamente, lo que sobraba era buena onda, al punto que llegamos a barajar la posibilidad de hacer un tema fusionando ambas bandas. El elegido era "Midlife Crisis" de Faith No More, pero la idea quedó en nada, ya que era imposible combinar horarios para ensayarlo. Poco después postulé hacer una canción de Mother Love Bone ("Man of Golden Words") que solíamos tocar Fede y yo, en piano y voz, como un interludio entre ambas bandas. Pero a los chicos no les cerró mucho, sentían que era como cortarme solo. Así que no pudo ser.
Había que buscar el lugar y, a partir de la sugerencia de alguien -ya no recuerdo quién-, fuimos con el Negro a San Telmo y terminamos sacando una fecha para el 21 de mayo de 1993, en el Parakultural. ¡Era la gloria, viejo, la gloria! Ahí habían tocado Sumo y los Redondos, entre otros próceres. Estábamos cebadísimos. Nosotros íbamos a abrile a Scherzo, quien a su vez le abriría a dos ascendientes bandas under: Suárez y Resonantes. Empezamos entonces a correr la voz, a decirle a todo ser humano sobre la faz de la tierra, a mandar la información al Sí de Clarín, al No de Página 12 y a la Revista 13/20, tres de los pocos espacios que habían en aquel entonces para anunciar este tipo de eventos. Las huestes crecían: mi hermana y sus amigas, mi hermano y sus amigos, mis compañeros de Facultad, sus amigos, los amigos del colegio de Ale, el Negro y Nacho, las amistades de las hermanas de Ale, mis amistades. Las entradas volaban a ritmo vertiginoso y, anonadados, veíamos que nuestro público iba arrimando a las 300 personas. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya era viernes 21.

Monday, July 17, 2006

Grunge XV: "Breed"

Nos habían propuesto tocar en una fiesta que iba a hacer Luanda, la hermana de Dorian. Pero habíamos dicho que no, principalmente a instancias del Negro. El argumento era que todavía no estábamos afilados, aunque en realidad creo que la cosa pasaba más por cierta rivalidad entre hermanos. Cuestión que el momento parecía no llegar nunca, y uno ya estaba desesperado. Hasta que llegó. Un sábado, estábamos en medio de una pausa dentro de un ensayo, cuando sonó el timbre. Ale bajó a ver quién era y, unos diez minutos después, estaba de vuelta arriba. "Che, tenemos que tocar el sábado que viene", nos descerrajó. "¿Eh? ¿Cómo? ¿Dónde?", aullamos. "Acá enfrente", explicó Ale, "Mi vecina hace una fiesta y dice que, como siempre nos escucha ensayar, se le ocurrió que estaría bueno que tocáramos". "¿Y le dijiste que sí?", nos admiramos de la decisión unilateral de Ale. "Sí, obvio. Ya está, es una fiestita de pendejos. Tampoco nos vamos a hacer los difíciles...". La lógica insobornable de Ale fue argumento suficiente. Así que nos pusimos a armar la lista para nuestro debut.
La semana pasó lenta, interminable. Pero, aunque teníamos una ansiedad lógica, nos convencimos a nosotros mismos que esto era un precalentamiento, un debut no oficial, motivo por el cual no le diríamos a nadie sobre él. La cosa iba a ser sin testigos, fuera de los amigos de la vecina de Ale. De hecho, especulamos, nos iba a servir para ponernos a prueba pero sin asumir los riesgos que implica un debut con todas las letras, ante todos aquellos que pensábamos iban a estar cuando la cosa fuera oficial. Así que, reducido el porcentaje de nervios, nos aprestamos a demoler a nuestro primer público con una devastadora metralla de rock. El listado había sido diseñado para ir creciendo en intensidad, con un breve medley más climático que precediera el estallido final, una auténtica vorágine de distorsión. Era breve, sí, pero poderoso.
Suicidal Love
Haciendo cosas raras
Abismos
Tan Mal
El Jit
Sheep
En el Borde
Breed
Llegó el sábado y nos metimos en el cuartito de lo de Ale para un último ensayo antes de la hora de la verdad. Pasamos los temas tres veces y entonces cruzamos enfrente, para llevar los equipos y ver el lugar. Nos abrió la dueña de casa, una simpática quinceañera, acompañada por un no tan simpático padre, que nos miraba de reojo, no muy convencido de que ese grupito con aspecto de inimputables tuviera algo que ver con el cumpleaños de su hija. Es comprensible. Se trataba de un público extremadamente joven, de un perfil FM Hit, que probablemente jamás hubiera ido a un recital de rock. Bueno, nosotros pensábamos darles rock. Y eso era justamente lo que parecía no hacerle gracia al padre de nuestra anfitriona. Pero, se imaginarán, el concepto rocker estaba en las antípodas de congraciarse con un adulto quien, por definición, no entiende nada. Así que inspeccionamos el lugar y quedamos más que satisfechos. Tras la pared que impedía ver nada desde la calle, había un lindo jardín que culminaba en la galería de la casa. Íbamos a tocar en la galería, mientras el público se desparramaría por el jardín. Armamos todo de la manera más amateur que puedan imaginarse: ni soñar con retornos o con sonidista, ni siquiera hicimos prueba de sonido, y yo sacaba la voz por un amplificador de guitarra. Pero bueno, ya tendríamos todo eso en Obras.
Caímos a eso de las 23 horas, cuando ya hacía una hora que escuchábamos que la fiesta estaba en curso. El look era una cosa medio extraña, todavía en ablande. Había bermudas, pero eran de jeans rotosos, había esbozos de barbas candado, no teníamos borcegos y en su lugar lucíamos una suerte de zapatillas tipo botita que hacían las veces de. Pero estaban las trenzas del Negro, y yo me había ido con gafas negras que suscitaron algunas dudas entre mis compañeros, siendo que era de noche y no estábamos drogados, ni siquiera bebidos. Sin embargo, no estaba equivocado y generaron el efecto deseado entre nuestro público púber. Cuando entramos, nos miraban realmente como a estrellas de rock. Los ojos masculinos brillaban con admiración, los ojos femeninos con deseo contenido. ¡Y eso que todavía no habíamos empezado a rockear! Era la gloria.
Finalmente, a la media hora, nos dieron el ok. Así que fuimos a la galería, prendimos los equipos, acomodamos los volúmenes, me colgué del pie de micrófono y, evocando a mi héroe Morrison, lancé el alarido que precedió a la primera canción. Bien, el rostro del público ante ese grito primal, lanzado por un barbudo mal afeitado con gafas oscuras, fue verdaderamente indescriptible. Una mezcla de temor y espectación ante lo nuevo. Todo perfecto. Salvo el padre, por supuesto, quien miraba con cara de estar cada vez más convencido de que había cometido un gravísimo error al dejarnos entrar en su casa. Sin embargo, despachamos los dos primeros temas como si se nos fuera la vida en ello. Es decir, rápido y furioso, desordenado y ruidoso. Pero hubo aplausos y, motivado, exclamé: "¡Hola! ¡Somos Señor de las Moscas!". Debían ser unos 30 adolescentes apiñados en un tierno jardín de clase media, pero yo los multiplicaba por 10 mil... y el lugar era Wembley. Vino entonces el climático "Abismos", que pareció apaciguar al dueño de casa. Lo mismo pasó con el espanto-blues de "Tan Mal". Cuando empezaron los felices acordes poperos de "El Jit", casi que lo teníamos al tipo en un bolsillo. Pero entonces todo se desmadró. Porque llegamos a la coda punk rock de esa canción. Y seguido de ello apareció "Sheep" dueña de mis mejores alaridos, y del riff más violento de nuestro repertorio. El buen hombre, que se había sentado junto a la abuela, se puso de pie. Mientras, terminabamos "Sheep", lo ví gesticular airadamente, diciéndole algo a la cumpleañera. Y, mientras Nacho tocaba la base que iniciaba "En el borde", lo vimos entrar velozmente a la casa. Medio minuto después había apagado la llave de luz que alimentaba nuestros equipos, silenciándonos brutalmente en mitad de la canción. ¡El enrgúmeno estaba coartando el momento con el que había soñado toda mi vida! ¡El muy degenerado estaba realizando un coitus interruptus justo cuando se venía lo mejor, el desmadre total con "Breed"! Los chicos me tenían que agarrar para que no dejara huérfana a la dueña de casa ahí mismo. Y el tipo que nos explicaba que "¡cómo puede ser que toquen tan fuerte!" y "¡qué van a decir los vecinos!". Para qué. Con la vena a punto de estallarme le grito: "Esto es rock, ¿entendés? ¡Rock! ¡¿Para qué carajos nos hacés tocar, entonces?!". El pobre Ale trataba de moderar las cosas para que no naciera una enemistad eterna con sus vecinos, mientras nosotros desarmábamos todo y nos íbamos, sin plomos, ni groupies, ni siquiera con recital completo, cargando nuestras cosas hasta la casa de enfrente. Esa noche escuchamos "Breed" en Tabasco.

Tuesday, July 04, 2006

Grunge XIV:"About a girl"

Mientras nos acercábamos al momento esperado, otras cosas ocurrían a nuestro alrededor. Como ver a Metallica por primera vez, por ejemplo. Eran tiempos en que no paraban de sacar buenos discos y en los que no cancelaban giras por estar agotados psicológica y físicamente. No necesitaban hacer reality shows en DVD para recuperar credibilidad, ni tampoco sacaban discos malísimos. Eran, en aquel entonces, una banda de puta madre. Por eso, cuando James Hetfield estremeció Vélez con un: "¡Hola mi amigos! ¡¡¡Creeping Deathaaaa!!!" y la banda nos pasó por arriba en uno de los shows más devastadores de los que tenga memoria, me quedó más claro aún, si esto era posible, que ESO era lo que yo quería para mi existencia. Un escenario. Nada más.
Oh, bueno sí, también estaban las chicas, claro. Por aquel entonces, Agustina había vuelto hace rato de sus vacaciones. La había pasado bomba y le habían tirado una buena cantidad de galgos. Por eso, cuando la invité al cine (a ver "Singles", obviamente) noté una importante diferencia respecto a la actitud que había tenido antes de irse. Para decirlo claro: no solo no entregaba, se hacía la dura... ¡y la madura! Todavía recuerdo nuestra charla post cine, en la que me explicaba que no podía ser, que ya era grande -ja, ja, ja, ¡tenía 22 años!- como para andar jugándolas al rockerito grunge, con esas chapas, esas bermudas y esas remeras rotosas. Unos días después, me enteré que Agustina se había puesto de novia con un chaboncito que había conocido en las vacaciones, un estón para ser más precisos. No lo voy a negar, me dio un poco de bronquita, pero tampoco es que me hice demasiado drama. Es que entre Tabasco y las amigas de mi hermana había realmente mucho material para elegir. Así, estaba Faith No More, por ejemplo. Una chica de Tabasco cuyo nombre no recuerdo, pero a la que yo identificaba porque siempre andaba con una remera de esa banda. Y también estaban Isa y Romina, dos amiguitas de mi hermana que me revoloteaban graciosamente, y que no estaban para despreciar en lo absoluto. Y estaba Jackie. ¿Quién era? Una yanqui, de madre argenta, que había entrado al colegio de mi hermana. Llamó mi atención de inmediato, no solo porque era linda, sexy y con actitud rocker, sino porque podía traducirme las letras de Pearl Jam: no figuraban en el primer disco y el acento cerrado de Vedder dificultaba la traducción. De inmediato hubo atracción entre ambos, pero rápidamente recordé lo que me había pasado con Astrid. Ya una ex se había tomado el palo para USA, dejándome hecho un moño. No quería repetir la experiencia, así que preferí mantener la relación en un plano amistoso, más allá de que cada vez que nos veíamos saltaban chispas. Empecé a arrear a mi hermana y sus amigas hacia Tabasco, así podíamos tenerlas dentro de nuestro campo de acción favorito. Un día de esos, apareció por ahí Agustina con su noviecito estón, quien se sintió agraviado cuando pasaron "Sympathy for the devil"... tocado por Jane's Addiction. No quiso venir más. Entonces, Agustina empezó a venir sola... Y yo me empecé a divertir de lo lindo, jugando a dos puntas. Por un lado le hacía el filo a Isa, por el otro le histeriqueaba a Agustina. Pasó lo que tenía que pasar: el noviecito estón fue historia. Empezó entonces una verdadero duelo de leonas entre Isa y Agustina, que tenía a Tabasco como escenario, y también a mi casa, donde las chicas venían seguido. Igual faltaba todavía para que hubiera una definición. Ni siquiera yo me decidía, esencialmente por orgullo: me gustaba más Agustina, pero se había hecho la durita, y ahora quería complicársela.
Por ese entonces, también, había salido esa maravilla llamada "Dirt", de Alice In Chains, y nosotros le dábamos duro hasta que nos sangraban los oídos. Casi tan duro como a los ensayos. En eso estábamos cuando nos llegó la primera, ansiada e inesperada oportunidad...

Monday, July 03, 2006

Grunge XIII: "You gotta reach down and pick the crowd up"

El viernes, después de comprobar una vez más qué injusto es el fútbol, me armé de ganas y fui a Spika, a que me hicieran una entevista respecto a esto del cine. Una vez allí, pensé cuándo había sido la última vez que había estado en una radio en calidad de entrevistado. Y entonces recordé otro episodio crucial en la carrera de Señor de las Moscas: nuestra primera entrevista radial, hacen ya 13 años. La situación fue la clásica, un amigo de un amigo de un amigo tenía un programa de rock en una radio de Munro. Obviamente, dado el carácter amateur del emprendimiento, la cosa no les daba para entrevistar a bandas grossas. Entonces, con la inteligente excusa de bautizar una columna como "¿Qué está pasando?", podían entrevistar a bandas inexistentes y así, hablar de "lo nuevo". Claro, de esa manera también podían aparecer en el programa bandas que ni siquiera habían hecho un show en sus vidas. Como nosotros. Cuando nos propusieron ir hubo un resquemor inicial, particularmente del siempre prudente Nacho. Como imaginarán a esta altura, el imprudente por excelencia era quien escribe. Y, siempre en el marco de mis sueños de gloria, era indispensable aparecer en las radios (o en donde fuera). Que el nombre sonara desde antes de que tocáramos por primera vez, meterlo en el inconsciente colectivo para que, cuando finalmente llegara el dorado día del debut, la gente fuera a vernos aunque sea por intriga. En ese tren, diseñé la tipografía para el nombre de la banda y salimos a pintar con aerosol por Vicente López y alrededores. Además, Ale hizo unos stickers en la computadora, que pegábamos en los colectivos, al lado del timbre y sobre la puerta trasera, dos spots que era inevitable ver antes de bajar. "Señor de las Moscas. Grunge" rezaban los papelitos y pintadas.
Cuestión que decidimos aceptar la invitación y Nacho zafó, ya que el programa iba en horario laboral y se le complicaba. Nosotros, abusando de las bondades de nuestra desocupación fuimos plenamente dispuestos. Claro, había un pequeño problema: de qué carajos íbamos a hablar. No teníamos experiencia previa en otras bandas, no habíamos hecho ni siquiera una fecha con Señor de las Moscas, menos hablar de grabaciones de algún tipo. Íbamos debatiendo con los chicos al respecto, camino a la radio. Y entonces, inflé el pecho y dije: "Hagamos esto: cuando nos pregunten de las influencias de la banda, del nombre, de los conceptos musicales y artísticos, hablen ustedes. Lo demás, déjenmelo a mí". ¡Y los muy inconscientes aceptaron la propuesta!
Llegamos a la radio, nos sentaron afablemente, nos convidaron una Coca, nos explicaron la distancia a la que había que ponerse de los micrófonos y que la lucecita roja significaba que estábamos en el aire. Y largamos. Vinieron las preguntas de rigor, los chicos se explayaron sobre el grunge, Ale habló un poco de sonido y de guitarras, contaron cómo se formó la banda... Mientras tanto, yo guardaba silencio, detrás de mis gafas negras, jugando al cantante enigmático. Entonces llegó la pregunta aterradora: "¿Cuándo tocan?". Y fue entonces cuando abrí la boca para, descaradamente, afirmar: "Estuvimos tocando mucho en la costa, en el verano. Ahora decidimos parar un tiempito para laburar sobre los temas nuevos y elegir los que vamos a grabar. Pero la idea es hacer algunas fechas a partir de abril, mientras terminamos de grabar. Entonces saldremos a mover el disco, con todo y por todas partes". Tras disparar semejante buzón sin que se me moviera un pelo regresé a mi mutismo, mientras los chicos no sabían muy bien qué cara poner. Cuestión que salimos de la radio en el polo opuesto al que habíamos entrado: no eramos una banda inexistente, eramos esa banda que seguramente habías visto en algún lugar de la costa -cómo yo no había especificado dónde, el que no nos había visto era porque había estado en otra playa- y que ahora estaba editando su largo set de canciones para grabar el disco con el que dominaría el mundo. Eramos esa banda que había que ver. Lo único que había hecho era enunciar como hechos concretos lo que era una expresión de deseo. Pero, con esas declaraciones -estimaba yo- nos habíamos colocado en el mundo de lo que existe, habíamos salido de la oscuridad, del no ser, para ponernos en el compromiso de hacer todo lo que yo había afirmado como hecho. Así se lo expliqué a los chicos, mientras volvíamos. Y, si bien, dentro de la radio habían sentido un impulso asesino que me tenía como destinatario, luego lo pensaron mejor y se dijeron que no estaba tan mal. La frase de "Reach Down", la canción de Temple of the Dog, que le da título a este capítulo era contundente: uno no podía esperar que los fans vinieran a uno, uno tenía que ir a por ellos, levantarlos, y hacerlos multitud.